La estirpe guajira del agente el Enano

La estirpe guajira del agente el Enano Interior de la Casa Museo Alberto Delgado, en la finca Masinicú, atendida por el Museo Nacional de la LCB de Trinidad.

Sin disparar un tiro y gracias a osadía y bravura, Alberto Delgado Delgado, agente “el Enano” para el Ministerio del Interior, desarticuló dos de las más connotadas bandas terroristas que operaban a inicios de los años 60 del pasado siglo en el Escambray. Su cuerpo apareció salvajemente torturado a pocos metros del Circuito Sur, en Trinidad el 29 de abril de 1964.

Este combatiente había nacido el 10 de diciembre de 1932, donde empinó sus primeros años en Ojo de Agua y no en la finca Ramblazo, Trinidad —como se ha publicado— aclaró a este reporterosu hermano Ymeldo Delgado.

—Ustedes se quedaron huérfanos de padres.

“Mamá murió de parto en 1946 —apunta Ymeldo—. La mujer que la parteaba, Rosita, mandó a buscar gente para llevarla a Trinidad. La sacaron en una hamaca con un palo, fueron más de 12 kilómetros; pero llegó muerta en vida. Papá murió en el 52; lo llevaron al hospital de Remedios porque mis tíos y tías vivían allá. Desde que él fue para Ojo de Agua se dedicó al carbón”.

Cuando Alberto no levantaba tres cuartas del piso, ya andaba con su padre llenando sacos de carbón. Con un poco más de cuerpo, cortaba la leña y la cargaba para levantar aquellas pirámides de humo que encendían las noches. Así lo narra su hermano, quien cuenta que también empezaron a abrir tumbas de monte para fomentar el cultivo de la caña de azúcar en la zona de Shangai, en la propia colonia, que pertenecía al central Trinidad (luego FNTA); a pico hacían los huecos donde plantaban la semilla.

—¿Alberto llegó a ir a la escuela?

“Aprendió algo con mi padre, que era bachiller, y con una señora que vivía a dos kilómetros y pico de la casa; ella daba clases particulares. Fue algunos días”.

—¿Nunca se iban de parranda? ¿Cómo era su carácter?

“A veces, íbamos a San Pedro a las fiestas del 3 de mayo y a ver los torneos a caballo. A Alberto le gustaba ir de parranda, principalmente en Navidad, por El Cuyují y Calambuco. En esa zona se juntó con una muchacha y fueron a vivir para la finca Ramblazo a la casa de un amigo. Estuvieron varios meses juntos.

“Él era fuerte, medio barrigoncito. Toda la vida fue bonchero, jodedor. Sin embargo, cuando le ponía la pata al freno, olvídate, no entendía; son temperaturas de hombre. No era un tipo problemático; pero no le aguantaba una a nadie. Era un hombre sin miedos”.

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