Mi hermano estaba en la boca del león

Mi hermano estaba en la boca del león Alberto Delgado junto a su esposa Tomasa del Pino, en una de las pocas fotos que se conservan de la época. Foto: Archivo del Museo de la LCB.

A San Pedro, Caracusey, Trinidad, llegaban máquinas de alquiler, procedentes de Camagüey, en busca de macheteros. Transcurría 1953.

“Ese año Alberto, Juan y yo fuimos para la colonia Isabelita 23, central Falla. Volvimos en el 54, y al acabarse la zafra, el mayoral nos dijo: ‘Si se quieren quedar, les doy trabajo’, y nos quedamos”, rememora Ymeldo Delgado, hermano de Alberto, asesinado el 29 de abril de 1964 por bandas contrarrevolucionarias en las inmediaciones de Trinidad.

—¿Y dónde ustedes se instalaron, allá en Camagüey?

“Te daban un cuarto de barracón de la colonia cañera. Cocinabas atrás; podías comer en la fonda, pero te costaba más”.

—¿Cómo se incorporan al Movimiento 26 de Julio?

“En 1958, a través del mayoral Lucio de Valle de la colonia y de otro compañero que era mayoral igualmente. En la casa de Lucio oíamos por las noches Radio Rebelde.

“En noviembre hubo un problema en la colonia y la Guardia Rural le dio planazos a unas cuantas gentes, incluido a Alberto. Él se viró y aquello se puso candente; le dijo al guardia: ‘No me vas a volver a dar’. A los pocos días, cogió pa’l monte”.

Quien fuera posteriormente conocido como El Hombre de Maisinicú se sumó a la Columna No. 11 Cándido González y participó en la liberación de Florencia y Chambas. El triunfo de la Revolución lo sorprende en el campamento de Boquerón; a seguidas, lo designan para el cuartel de Tamarindo.

—¿Después, es cuando presenta problemas de salud y va para La Habana, con Tomasa y su segundo hijo?

“Él nunca estuvo enfermo; eso fue parte de la fachada. A él lo captó la Seguridad y empezó a hacer algunas trastadas, como tirar tiros en el cuartel de Tamarindo cuando estaba de guardia; lo mandan para Chambas, y en Camagüey lo licencian del Ejército. De ahí va para La Habana a hacer el trabajo que los compañeros que lo atendían le indicaron. Ya en ese tiempo se había separado de Julia, y se había juntado con Tomasa”.

LA CERTEZA DE RAÚL

En octubre de 1963, durante las intervenciones de nuevas propiedades debido a la Segunda Ley de Reforma Agraria, la Seguridad del Estado lo ubica como administrador de la finca Maisinicú, Trinidad. Para los contrarrevolucionarios era un resentido integrante del Ejército Rebelde que una vez licenciado recibió apenas un modesto empleo.

Ymeldo lo vio por última vez, casualmente, en uno de los parques de Trinidad pocas semanas antes del crimen, cuando realizaba una gestión de su unidad perteneciente a la Lucha Contra Bandidos. Recuerda que llevaba sombrero de guano enorme, pantalón verde olivo y pistola a la cintura. En un quiosco próximo saborearon un café. En la despedida, bastó la mano sobre el hombro. “Yo sabía que él estaba en la boca del león”.

Luego de finalizar con éxito la operación Trasbordo, a Alberto le advierten los peligros por venir; mas, él insiste en continuar su labor: “Yo puedo hacerlo solo y sin tiros —dijo—, y si hay que poner un muerto, seré yo”.

Y en las cercanías del río Guaurabo, en Maisinicú, hasta los ramajes de una guásima se hicieron cómplices del asesinato. Colgado, en calzoncillos, y con un hilo de sangre goteándole por la punta de un pie, lo encontraron los oficiales de la Seguridad del Estado. A la luz pública, su muerte debía parecer como una reyerta entre bandidos.

La verdadera identidad permaneció entre las sombras hasta la exhumación del cadáver en el Cementerio de Colón, en La Habana, en abril de 1967. Serían pasadas las nueve de la mañana —relata Ymeldo—. Oficiales de los ministerios del Interior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, así como familiares, entre ellos Tomasa y el viejo canario José Martín, se concentran alrededor de la bóveda. Al lado, el entonces Ministro de las FAR, Raúl Castro, vendría a despejar, con voz serena y urgente, las incógnitas del Enano:

—Vamos a sacar los restos del hombre que más c… ha tenido en Cuba después del triunfo de la Revolución: Alberto Delgado Delgado.

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