El Monje

El Monje

Juan Andrés Rodríguez Paz, “El Monje”fue un importante artista espirituano.

Lo recuerdo con nostalgia; en su sempiterno peregrinar por los portales de la Casa de Cultura, tomando el café de cada día y dejándose querer por todos.

El Monje era único: Uno de los más importantes creadores primitivistas del país se prodigaba pintando como un manantial inagotable en el que mariposas y güijes convivían con babujales y otros esperpentos.

Lo recuerdo sonriente, a su mundo de sueños en colores no le alcanzaban todos los lienzos o cartulinas para agotarse. Pintaba y pintaba en una interminable jornada que era competir consigo mismo, superarse y regalar sus obras prodigando la bienaventuranza.

Juan Andrés Rodríguez Paz nació para pintar: Haciendo carbón y después mandadero de casa rica, el trabajo rudo le ofreció vivencias y otra perspectiva de la vida.  Por eso me gustaba hablar con él, escuchar las historias de aparecidos que había estado amasando en el crepitar de los hornos de carbón, para algún día pintarlas.

Tenía “El monje” un paisaje especial en su mente: No necesitaba modelos ni trasladarse con un caballete a ningún sitio: sus fábulas las llevaba bienadentro, las recreaba en el mundo real maravilloso en que convivía.

Nunca entendió del comercio en el arte: regalaba sus obras con verdadero entusiasmo porque para él pintar no era trabajo y como se divertía haciéndolo era como ofrecer un caramelo o una sonrisa.

Muchos le reprocharían después esos gestos “Que si se repetía” que “si se regalaba demasiado fácil” que “si una obra de arte no suele darse como la verdolaga” …. Pero lo cierto es que con “El Monje” o entrabas en su mundo, en esa ingenuidad creadora o te quedabas fuera para siempre porque pintar era esa fiesta a la que invitaba a todos.

Se marchó un dia y aún no hemos valorado en la justa medida su obra… Se apagó, como los hornos restallantes del carbón y nos dejó la lumbre de las madrugadas a orillas del fuego.

Todos tenemos una deuda con Juan Andrés Rodríguez Paz, “El Monje” espirituano: Su placidez, su manera de regalarnos el mundo, su no exigir nada quizás ha hecho que lo olvidemos: Pero su obra está allí: dispersa y fabulosa, abriendo las puertas a un mundo mágico y desinteresado para estos días.

“El Monje” hablaba bajito y no pedía nada. Es justo entonces que lo recordemos.

 

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  1. leidy dice:

    Una historia que habla de un artista de pueblo de esos de a pie, a los que el arte le es inherente, le fluye por las venas como un río. Que hermosa historia me ha encantado conocerla. Porque hablas del ser humano y sus pasiones y sobre todo habla de arte, desinteresado y desmedido y coincido totalmente Carlos Sotolongo Gómez se le debe mucho aquel que aporta tanto al patrimonio cultural de una ciudad.

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