Pupo: el arriero del Che

Pupo: el arriero del Che “El Che era una gente que sabía escuchar”, alega Pupo.

Todo el monte entra como torrente por las puertas y ventanas de la vivienda de Ernesto Pino Fábrega (Pupo), a los pies de Caballete de Casa. De aquella parte de la loma viene el golpeteo cadencioso del pilón de café. Una pareja de cotorras no esconde su alborozo mañanero en la palma cercana. Y si usted aguza el oído, también podrá escuchar cómo los manantiales van haciendo, cuesta abajo, trillos caprichosos de agua.

“Yo muero aquí”, me aseguró Pupo tiempo atras, mientras me alcanzaba un taburete en son de diálogo. Entre quienes aún viven en estos parajes, nadie conoció a Ernesto Guevara como este hombre, uno de los arrieros que colaboró con la tropa del Che a su arribo al Escambray en octubre de 1958.

Luego del Primero de Enero, Pupo sirvió de práctico a quienes buscaban la cima de Caballete de Casa, campamento de reserva y centro de entrenamiento de las fuerzas del Frente de Las Villas, liderado el Comandante Guevara.

“Cuando el Che llegó aquí fue como si hubiera llegado el padre de uno después que falta en la casa; no hubo más un guardia de Batista que se metiera en esta zona; ellos quemaban casas, daban plan de machete. Usted veía a las familias saliendo pa’l camino real. Tampoco hubo más atropellos a campesinos por parte de algunos alzados, que decían que eran rebeldes”.

—¿Usted no intentó alzarse antes del arribo del Che?

Sí, una vez le pedí permiso a un capitán pa’ alzarme y me dijo: “Bueno, si te vas a alzar conmigo tienes que hacer todo lo que yo te diga; de lo contrario, mira”, y me hizo la señal de que me mataba sin pensarlo dos veces. Otros me decían: “Oye, no te alces con esa gente porque si te mandan a matar tienes que matar o si te mandan a robar tienes que robar. Espera que llegue el Che”.

—¿Cómo se convirtió en arriero de su tropa?

Fue en Gavilanes. Un día voy a saludar a mi hermano, que estaba alza’o junto con Víctor Bordón; entonces, escucho decir al Che que le hacía falta un práctico que conociera Caballete. Mi hermano conversa con él y acepta mi ingreso a la guerrilla.

El arria era de Rafelito Rangel; el Che habló con él para comprársela o alquilársela, y Rafelito le dijo: “No, lo que puedo hacer es prestarle un arria y me la devuelve cuando termine con ella”. “Tu trabajo aquí es ir a buscar los mulos”, me indicó el Che. “Ven, que Ramiro (Valdés) te va a decir las cosas que hay que buscar”. Las cosas eran de todo, desde armas, alambre, cemento, comida, hasta zapatos, medicinas. Hilos de teléfono también cargué. El Che puso teléfonos en Caballete, Gavilanes y Manaca.

—¿Cuándo era mejor el trasiego de la mercancía?

De noche, por cuenta de los aviones; había que jugársela. Cuando aquello los caminos estaban muy resbalosos, con mucho fango, se atacaba cualquiera; pero había que salir a buscar las cosas.

ORDEN INCUMPLIDA

Finales de noviembre, 1958. Desesperado, el enemigo lanza la ofensiva de El Pedrero. Intervienen cuatro aviones B-26 y dos avionetas. Fuerzas de infantería con ayuda de blindados avanzan desde tres direcciones a confluir en esa localidad. En Manaca Ranzola, cerca de allí, se ubica un campamento rebelde.

“Ahí llegaban los carros cargados de comida, ropa… que la clandestinidad traía, y el encargado de subirla para Caballete era yo y, de ahí, la repartían a otro campamento.

—¿En Manaca fue donde usted conoció a Camilo?

Así es. Ese día yo estaba cargando los mulos; la casa se hallaba pegada al camino y los rebeldes dicen: “Ahí viene Camilo”. Venía en un “yipecito” verde con otros compañeros. El Che se encontraba en la salita de la casa, parado de espalda a la puerta que da al camino; al sentir que el carro llega, se manda a correr con los brazos abiertos a recibir a Camilo. Fue emocionante ver abrazados a aquellos dos Comandantes, estuvieron un rato conversando.

—Pero ese día usted incumplió una orden del Che…

Él pasa por el lado mío y me dice: “Mira, viejo, apúrate cargando los mulos que las avionetas están pasando muy bajito y es posible que ahorita vengan los aviones. Carga los mulos y escóndete en el río”.

Y le digo a mi compañero: ¿Escóndete en el río?; ya estamos en Caballete. Compartimos el peso entre las seis bestias y… leña a los mulos. Por la loma de la Gloria, los aviones pasaban bajito por encima de nosotros. No sé cómo no nos mataron. Al llegar a Caballete había un teniente atrinchera’o y me sale: “Co…, por dichoso a usted no lo han mata’o”. Con razón me echó un responso, tenía que haber hecho lo que el Che me dijo

Deja un comentario

Aún no hay comentarios. Sé el primero en realizar uno.

También te sugerimos

Programación en vivo