Lico Jiménez, todo música

Lico Jiménez, todo música El trinitario se desarrolló como músico dentro del movimiento romántico.

A la musicóloga espirituana Katia Rojas González, José Manuel Jiménez Berroa o, simplemente, Lico Jiménez, estuvo a punto de convertírsele en un fantasma que le rondaba por cada rincón del día. La trama comenzó cuando seleccionó a este músico para su investigación final en la Escuela Nacional de Arte, de La Habana. “Estás loca”, le advertían, ante las escasas referencias bibliográficas sobre el trinitario, nacido el 7 de diciembre de 1851.

En el Instituto Superior de Arte —hoy Universidad de las Artes—, la historia resultó idéntica, acompañada, claro, del estribillo: “Estás loca”. El epílogo: la tesis Estudio historiográfico y musicológico sobre Lico Jiménezse llevó el gato al agua por partida doble; en el 2001 obtuvo mención en el Premio de Musicología Casa de las Américas y tres años más tarde,el segundo en el Argeliers León, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Tanto se compenetróla investigadoracon la figura de Lico que posiblemente se haya sentido espectadora habitual de sus conciertos en la isla e, incluso, ¿alguien sabrá si creyó asistir a sus actuaciones en Alemania o en Francia? La identificación afloró a tal grado quela espirituana veía las manos finas del trinitario, con dedos larguísimos, atacando en seco al teclado.

¿Por qué la visita del violoncellista alemán Karl Werner a Trinidad en 1866 cambió el destino de Lico Jiménez?,preguntamos a Katia, tiempo atrás.

“Werner ofreció una serie de conciertos en La Habana —recuerda la profesora de la Escuela Elemental de Arte Ernesto Lecuona—, y debido a la crítica favorable que recibió, decidió realizar uno en Trinidad. El cellista y crítico habanero Serafín Ramírez le recomendó que buscara al pianista acompañanteen uno de los miembros de la familia Jiménez Berroa. Ya en la villa, Manuel Berroa le presentó a su nieto Lico. En el teatro Brunet, concurrido por lo más selecto de la sociedad trinitaria, se revelaron públicamente las virtudesdel joven. En reconocimiento, Werner exhortó a los señores más acaudalados a subvencionar sus estudios musicales en Hamburgo, Alemania”.

A bordo del bergantín Pepa, descubre el Atlántico. Sus ojos pardos casi se ahogan de tanto mar. Cuando el sopor intentaba abatirlo, subía a cubierta, y mientras más se aproximaba a Europa, más recordaba a los suyos: a su abuelo materno José Manuel, que lo inició en la música; a su padre, el violinista José Julián… Ya en tierra,disfruta de una breve estancia en Bremen, de donde parte a Hamburgo en agosto de 1867; lo acompañan su hermano Nicasio Gregorio y el violinista Néstor Palma, que también estudiarían en el conservatorio de esa ciudad.Dentro del equipaje, la carta de presentación de Werner.

Al morir su maestro Armbrust, prosigue sus estudios en Leipzig bajo la tutela de los reconocidos profesores Ignaz Moscheles, Karl Reinecke y Ernst Richter. Y no los defrauda. Tras una excepcional ejecución de una pieza de Adolf von Henselt, merece el primer premio concedido por el conservatorio. Definitivamente, frente al piano no era segundo de nadie.

En ese año —apunta Katia Rojas— los Jiménez (su padre también viaja después a Alemania) se trasladan a Weimar, donde Lico departe con el afamado pianista Franz Liszt, ante quien interpreta una obra de Schumann, y luego, por intermedio del propio artista húngaro, conoce a Richard Wagner en la villa Wahnfried.

¿Cuáles razones la llevan a usted sostener que la consolidación estilística de la personalidad artística de Lico corresponde con la etapa de sus estudios en París?

“En el conservatorio francés, dirigido por el compositorAntoineMarmontel (maestro de grandes como Bizet y Debussy), el trinitario logra el clímax de su formación como intérprete. Allí obtuvo la medalla de oro y el diploma del conservatorio el 24 de julio de 1877. El jurado, compuesto por distinguidos valores de la música europea del pasado siglo, le otorgó el premio entre sus 22 rivales, uno de ellos, el español José Tragó.

“También en París se presentó junto a su padre y hermano, como lo habían hecho en Leipzig, en un pequeño formato de cámara; la prensa francesa resaltó sus actuaciones, en particular aLico. Realmente, él tuvo Europa a sus pies”, añade Rojas.

Y de París, sin la torre de Eiffel en esa ápoca, parte de retorno a Cuba. El 10 de abril de 1879,disfruta desde el barco la terquedad del Castillo del Morro, que sobrevivíaencimade un risco a la entrada del puerto habanero. Casi 12 años después —el día 17 de ese mes—, el reencuentro con su villa natal.Trinidad languidecía; aun así, el vaivén de los carruajes, ante la resistencia de las piedras callejeras, lo sobrecoge; más todavía la acogida de los suyos.

La Habana aguardaba por él, y sube al escenario del teatro Tacón el 24 de junio de 1879. Al día siguiente, en la edición del Diario de la Marina el pianista y compositor Ignacio Cervantes le prodiga halagos a su colega, quien escogió piezas de Chopin, Rubinstein y de otros creadores europeos para el programa. Al comentar la calidad en la ejecución de un vals del autor ruso, Cervantes reconoce: “(…) se pone Jiménez a una altura envidiable (…), todo, todo está perfectamente comprendido e interpretado”.

¿Qué justifica la marcada tendencia del espirituano hacia la música europea? ¿Puede considerarse una evasión?

“Para nada. No debe olvidarse que su formación musical es en esencia en conservatorios europeos, y esta constituye la razón principal de que se manifieste con una proyección artística de este tipo y básicamente alemana”.

¿Hasta qué punto las casi nulas expresiones de lo nacional en la música de concierto creada por él minimizan la trascendencia de su obra?

“Ciertamente, los recursos estilísticos que caracterizan la música cubana se manifiestan de manera aislada en cada obra que analicé y en el catálogo general de él. No existen formas de expresión de lo nacional en la producción musical de concierto del compositor trinitario; pero eso no debe disminuir su trascendencia.

“Él introdujo el lied en nuestro país; fue el primer cubano en incorporar a su repertorio genérico-composicional esta expresión de la cancionística alemana y, a la vez, resultó su más fiel exponente. Su alumno Guillermo Tomás cultivó este género, retomado por Eduardo Sánchez de Fuentes y por Ernesto Lecuona”.

Ora en trío, ora en un cuarteto familiar, actúa en Trinidad; ambiente que a lo mejor extrañaría en Cienfuegos, donde reside a partir de 1881.Dicha urbe se convierte en testigo de las vicisitudes de José Manuel, aclara Rojas González.

Allí se desenvuelve, igualmente, en la enseñanza musical, “más como un medio de subvención económica que como un hecho de pura vocación. En esa situación influye directamente la intransigencia racial de la burguesía local y cubana, en general, que en cierta ocasión lo ‘incitan’ a atentar contra su vida”, agrega la especialista.Al respecto —según la musicóloga espirituana—, el periódico cienfueguero La Correspondencia alude a un intento suicida del artista, en el centenario del nacimiento del creador de Estudio sinfónico, seleccionado por la prima ballerina assoluta Alicia Alonso como banda sonora del pas de deux La noche del eclipse, .

Gradualmente, el mulato trinitario deviene personalidad dentro del movimiento musical cienfueguero, en buena medida gracias a la cantante Ana Aguado, quien contribuye a su “rehabilitación social”, en opinión de Katia Rojas. “¡Al fin!”, quizás exclamaríaél.Y sus manos sacan las más afinadas notas de las profundidades del piano en el Liceo, la sociedad El Artesano, el Casino españoly en el teatro Terry, en cuya inauguración interpreta a Liszt, una rapsodia de su autoría y una Marcha triunfal, compuesta para ese día.

Mientras reside en Cienfuegos, asume conciertos en Santiago de Cuba (1880 y 1885), Matanzas (1881), La Habana (1882), República Dominicana (1885) y Sancti Spíritus (1887), ha documentado la investigadora.

Rojas González sostiene que la vida artística del trinitario no resultó la misma desde la partida de sus amigos Guillermo M. Tomás y Ana Aguado hacia los Estados Unidos. La limpieza interpretativa de sus dedos negros sobre el teclado incomodaba a ciertos blancos de alma oscura.

“Quiero reconquistar en Europa el alto puesto que antes alcancé y pondré orgullo en hacerme aclamar para obligar a los que denigran a nuestra raza y la reputan incapaz de cultura, a reconocer que aún en el campo del arte, sabemos triunfar”, comentó José Manuel, citado por Américo Lugo Romero en su artículo “Las alas rotas de un ruiseñor cubano”, en el periódico La Correspondencia.

De nuevo Alemania, de nuevo Hamburgo y sus muelles incrustados en el litoral, que divisa el 2 de septiembre de 1890.La contribución económica de sus alumnas de Cienfuegos poneal trinitariosobre el barco que lo lleva de vuelta a Europa, donde se casa con Enma Filter en 1899. Del matrimonio nacen Manuela, Adolfo y Andrea; los dos primeros también apuestan por la música.

Poco a poco, el pianista concertante, devoto intérprete de Schumann y Liszt, deja de ser titular en las primeras planas de los periódicos, admite Katia Rojas. Sin embargo, para el Hamburgischer Correspondentno pasa inadvertida la noticia de la muerte el 15 de enero de 1917 de quien fungiera como codirector del Conservatorio de Hamburgo, debido a una “prolongada enfermedad”. Nadie sabe si en esos días infaustos, el vaivén de los quitrines sobre las piedras callejeras de su villa natal y el voceo de los vendedores ambulantes desperdigados por la ciudad se le asomaron en los recuerdos. Ese secreto se lo llevó a la tumba aquel invierno.

 

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