Vecindario o comunidad online: ¿A dónde pertenecemos?
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En la era digital, el sentido de pertenencia, ese vínculo emocional con un grupo, un lugar o una comunidad, ha encontrado nuevos escenarios. Si bien durante siglos el vecindario físico fue el centro de la vida social y comunitaria, hoy muchas personas construyen su identidad y redes de apoyo en espacios virtuales.
Tradicionalmente, el sentido de pertenencia se desarrollaba en el entorno más inmediato: la familia, la calle, la escuela, el barrio. Conocíamos a nuestros vecinos, compartíamos celebraciones, preocupaciones y rutinas cotidianas. Ese modelo aún existe, pero ha sido transformado por la vida contemporánea, marcada por el trabajo remoto, el individualismo urbano y la movilidad constante.
Frente a esa fragmentación del tejido social tradicional, Internet ha ofrecido nuevas formas de comunidad. Plataformas como Instagram, Facebook o incluso videojuegos multijugador como Fortnite o Minecraft se han convertido en espacios donde las personas encuentran identidad y pertenencia. Aquí, las relaciones no dependen de la proximidad geográfica, sino de afinidades compartidas: pasatiempos, causas sociales, ideologías, experiencias personales…
Aunque muchas veces se subestiman por su carácter virtual, las comunidades online pueden generar vínculos profundos y duraderos. En ellas se construyen amistades, se encuentra apoyo emocional, se comparte conocimiento e incluso se participa en acciones colectivas con impacto real.
Un ejemplo claro es el de los grupos de apoyo en redes sociales para personas con enfermedades crónicas, salud mental o experiencias de vida similares. Estos espacios, muchas veces moderados por los propios miembros, permiten romper el aislamiento y sentirse parte de algo más grande. Otro caso es el de comunidades artísticas, donde creadores de distintas partes del mundo comparten su trabajo, reciben retroalimentación y colaboran sin necesidad de haberse conocido en persona.
La pregunta inevitable es si estas comunidades digitales reemplazan a los vínculos presenciales o si, más bien, los complementan. Para algunos, sobre todo quienes viven en zonas urbanas o en contextos de alta movilidad, la comunidad online cumple funciones que antes tenía el vecindario: apoyo mutuo, socialización, pertenencia. Para otros, sin embargo, nada sustituye el contacto cara a cara.
Lo cierto es que ambas formas de comunidad no son excluyentes; de hecho, muchas veces se entrelazan: vecinos que se organizan por WhatsApp o Facebook para resolver problemas locales son un claro ejemplo de cómo lo digital potencia lo presencial. Al mismo tiempo, personas que se conocen online a menudo terminan encontrándose en el mundo real, fortaleciendo aún más los lazos.
El vecindario del siglo XXI ya no está conformado necesariamente por calles, pero sigue teniendo nombres, historias compartidas y puertas abiertas.
Fuentes: BBC Mundo, El Mundo, Juventud Rebelde
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