Un Nobel entre paradojas y descréditos
Pocas veces como este año 2025, el Comité Noruego encargado de otorgar el Premio Nobel de la Paz había entintado de tantas paradojas y descrédito tal galardón, tildado ya por grandes personalidades del mundo de controvertido por la calidad humana de algunos de sus acreedores.
Nada más distante de la realidad que conceder este galardón a María Corina Machado, ultraderechista venezolana que intentó sin éxito llegar al poder por vías no institucionales, tras una trayectoria marcada por sus acciones golpistas, gestas desestabilizadoras y exhortaciones a intervención militar, específicamente del gobierno de Estados Unidos. De golpista a Premio Nobel, ¡qué ironía! Según análisis de la cadena de televisión latinoamericana Telesur, el expediente político de Corina Machado está demasiado empolvado como para buscar en él un átomo de lumbre.
En abril de 2002 firmó el denominado decreto Carmona, emitido durante el golpe de Estado contra el entonces presidente Hugo Chávez, acción conspirativa abortada por una masiva movilización popular y de militares leales a la Revolución Bolivariana. En marzo de 2014, a instancia del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), Corina Machado solicitó la activación de mecanismos internacionales contra el gobierno venezolano, entre estos una invasión a la tierra de Bolívar.
Durante las llamadas guarimbas en las que se reportaron casos de ciudadanos quemados vivos, ataques a instituciones, cierres de vías, incendios y agresiones físicas contra personas, Corina Machado incentivó la violencia desde varias tribunas. Quien se precia de ser defensora de los derechos humanos demandó ante la OEA, el Parlamento Europeo y el Congreso de Estados Unidos, sanciones internacionales contra Venezuela, las cuales han afectado áreas vitales como la adquisición de alimentos y medicinas.
Se trata del colmo de los contrasentidos. Quien hace pedidos de intervención militar para su propio país, además del bloqueo y asfixia económica, es premiada, según reza el dictamen del Comité del Premio Nobel de la Paz, por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia.
Tal decisión es una ofensa mayúscula a la verdad y sobre todo a la memoria histórica de otros premios Nobel como Nelson Mandela, líder sudafricano, ícono de la lucha contra la apartheid; a Martin Luther King, reconocido por su liderazgo en el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos y su defensa de la resistencia no violenta.
En este 2025, un premio que debía servir para unir a los pueblos y promover la paz en el mundo, se ha entintado de paradojas y descrédito. Lamentable.
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