Trinidad, “La otra trova” y el amor desbordante
Fotograma y fotomontaje del documental La otra trova, del joven realizador trinitario Dariel Díaz Herrería/©Radio Trinidad Digital.
Cuando las notas de La Trinitaria, de Catalina Berroa, inundaron el espacio del teatro La Caridad, de Trinidad, sabíamos, de antemano, que todo, a partir de entonces, iría in crescendo. Era solo un pie para hablarnos de las maravillosas creaciones surgidas aquí, un regalo inigualable para una ciudad que ha cumplido 509 años de historia, y que cerca del mar y de monte, además de gaviotas y sinsontes, y de un poco de soledad, es rica en el mundo de la música, en buena parte contenida en el documental La otra trova, del realizador Dariel Díaz Herrería.
Graduado de la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes de La Habana (antiguo ISA) justo con este material, bajo la tutoría del crítico Joel de Río, Dariel se nos revela inquisidor sagaz, armando historias que se superponen o complementan en un constante dialogar de los entrevistados, todos figuras descollantes de nuestros tiempos en la historia, la pedagogía y la música de este terruño, y que seguro estoy, le fueron impresionando y asombrando en la misma medida en que fue descubriéndolos.
Así aparece, con una fotografía bien lograda, originales ángulos de esta amada ciudad entre los cuales es sencillamente inigualable ese empedrado mojado por el que discurre el agua mientras de fondo hay imágenes de la Plaza Mayor. O aquellos otros en los que hábilmente se insertan fragmentos de Lucía, de Humberto Solás, de lo mejor de la filmografía cubana de todos los tiempos, no por gusto con Trinidad de trasfondo.
El discurso va ampliándose con coherencia y sorprendiéndonos con ese engarce del pasado y el presente hasta que nuestras gargantas casi se cierran y hay que tragar en seco para digerir estas emociones de un joven capaz de calar hondo, ponernos a reflexionar, llevarnos de asombro en asombro, sentir que cada escalón nos traslada al otro, más alto, y entonces sí no hay remedio con las lágrimas a punto de brotar.
Mientras Carlitos Irarragorri ataca con sus acordes al piano, y nuestra querida Isabel Cristina Prada Béquer canta, todo nos envuelve en una recreada atmósfera desde que José Celestino Ferrer narra sus avatares, sus tropiezos y éxitos, sus tristezas, y quizás hasta sus sueños con el dúo Escambray y su eterno compañero Pedrito González, desaparecido físicamente pero siempre junto a los trinitarios. O esas intervenciones de Isabel Béquer, La Profunda, de energía simpar, de vitalidad envidiable, autora de textos memorables que quedarán por siempre en nuestra memoria (¿Cómo no rememorar Ciudad de Cristal?).
La lista de los entrevistados es larga, todos válidos, incluyendo, entre otros, al Dúo Cofradía (Eusebio –Pachi– Ruiz Silvén y su compañera Liamer Llorente Góngora), el desaparecido Doctor Manuel Lagunilla Martínez, la excelsa Nélida Pomares, y toda una autoridad en las investigaciones, Enrique Zayas Bringas, quien nos acercó a Juan Ortiz, el primer juglar que vino con el Adelantado Diego Velázquez de Cuéllar en 1514 y estuviera cuatro años por estos lares, enseñando a pulsar instrumentos de la época, herencia asumida por Catalina Berroa, insuficientemente conocida y estudiada por las actuales generaciones. Es como un rompecabezas que se arma pieza a pieza en poco más de una hora y que al final, nos deja con esa satisfacción de plenitud. Llegados a este punto, ¿acaso haría falta algo más para destacar el punto de arrancada de la trova?
En este recorrido, Catalina y su sobrino Lico Jiménez tienen un sitial de honor. Ella, la primera mujer en dirigir una agrupación musical en Cuba, excelsa compositora y pedagoga, es como un hada que persiste en ese ambiente musical trinitario y que “Cerca del mar y del Monte”, o “Cerca del monte y del mar”, composiciones del Dúo Escambray, ayudan a vivir, enamoran como las antiguas serenatas, hermosamente rememoradas por su lirismo y el respeto con que se hacían en las noches bohemias de la Tercera Villa de Cuba. Son, a no dudarlo, un legado que llega al documental como homenaje trovadoresco al amor, e incluso, singular recurso para reconocer a figuras destacadas de la historia y la cultura locales.
La otra trova es un punto de inflexión, cuesta arriba, para tomar nuevos bríos y trazarse otras metas, tras recordar esfuerzos y sacrificios de esta creación primigenia, con fotografía y sonido de Yran Marrero, y apoyo de Carlitos Irarragorri y Daimel Cuervo, luces de Víctor Manuel Echenagusía, y Díaz Herrería en el guión, la producción, la edición y la dirección, trayéndonos de vuelta historias casi increíbles que impactan y dejan huella, incluso cuando son absurdas pero necesarias para saber de dónde venimos, qué somos, y sobre las que podemos caminar y trazar nuevos senderos, en reverencia a La otra trova, la trinitaria, la iniciadora.
