Rafael Saroza: Suena, guitarra mía
Por la puerta de entrada de la Casa de la Trova de Trinidad salían las notas de aquella música nacidas del patio del inmueble colonial y transidas de nostalgia: Suena, guitarra mía, / lindo tesoro de inspiración. / Suena, que tú eres vida, / eres arpegio de mi canción (…).
El apremio periodístico me hizo salir de largo; aunque la letra y la melodía se me prendieron del oído casi toda la mañana. Caminaba por las mismas calles que conocieron los pasos largos y bohemios de Rafael Saroza Valdés, el trinitario, autor de Guitarra mía.
Le quito el polvo a este pasaje cotidiano porque la identidad debe ser memoria viva y a sabiendas de la autenticidad de la obra de Saroza, nacido el 29 de agosto de 1901 y de cuyo puño surgió más de medio centenar de canciones, entre estas, Jamás, Soledad, Tus lágrimas, Celos y Plegaria.
Mucho le debió Rafael a su madre, pero no en términos financieros. Con determinada instrucción musical, Paula lo tomó de la mano y lo enrumbó por ese camino. Ella lo matriculó en la Escuela Municipal de Música de Trinidad apenas esta abrió sus puertas en 1908; dos años más tarde ya formaba parte de la banda infantil de la institución, donde estudió Teoría y Solfeo y la guitarra como instrumento, según la investigadora, ensayista, poetisa y editora Dulcila Cañizares.
Con Lorenzo Guerrero, quien le enseñó los destinos de la trova tradicional, cantó hasta 1925; luego Rafael creó un dúo con Juan (Juanico) Castiñeira, que regaló sus interpretaciones en varios teatros de la villa trinitaria. Al morir Juanico, se unió musicalmente a Rafael (Felo) Pomares de la Roca.
“Las canciones de Rafael Saroza presentan una línea melódica romántica y bien estructurada, con acompañamientos de excelente armonización”, escribió Dulcila Cañizares, también profesora de Piano y Teoría y Solfeo, e investigadora de la vida y la obra de figuras de la música de Trinidad como el trompetista Julio Cueva y la trovadora Isabel Béquer (La Profunda).
La propia Isabel, el trovador Pedrito González, ya fallecido, y otros músicos de la tercera villa cubana han contribuido a que no se extravíe la obra de Rafael Saroza, quien, igualmente, se inclinó por la poesía.
A punto de cumplir sus 41 años, el 7 de septiembre de 1942 Rafael se fue tempranamente; para ese entonces había perdido su voz debido a la tuberculosis. Se despidió físicamente porque en Trinidad y en Cuba no ha dejado de escucharse aquella canción dedicada a un amor tronchado por los prejuicios de la época: Suena, guitarra mía,/ lindo tesoro de inspiración (…).
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