Quemar el silencio

Su voz se quiebra al evocar los días en que su vida giraba alrededor de un pequeño papel impregnado de muerte, que contenía apenas unos centímetros cuadrados del cannabinoide sintético conocido en la calle como “químico”.

Sin darse cuenta, cayó durante un año en una espiral de destrucción que lo lanzó al más oscuro de los universos. Lo confiesa mientras sus manos, antes temblorosas por la abstinencia, dibujan en el aire como si aún intentara escapar de un monstruo invisible.

El relato de este joven espirituano de 24 años desnuda la mentira del adicto que cree tener todo bajo control, aunque la realidad lo golpee con la fuerza de un huracán.