Por las venas del Ismaelillo corrió sangre trinitaria

Por las venas del Ismaelillo corrió sangre trinitaria

Más de una vez la bisabuela materna de quien fuera el Historiador de Trinidad, Manuel Lagunilla Martínez, fallecido en 2021, le habló de ello; más de una vez, también, lo hizo su mamá, maestra normalista y doctora en Pedagogía. “No es cierto que la madre de Carmen Zayas-Bazán nació en Cienfuegos, como leí en un periódico nacional”, me aseguró tiempo atrás Manolo, como lo nombraban.

Cuando él traspasó la puerta de la parroquia de Trinidad y manoseó la fe de bautismo de Isabel María Hidalgo y Cabanillas, madre de Carmen Zayas-Bazán Hidalgo y, por tanto, la abuela de José Francisco Martí Zayas-Bazán —el hijo de José Martí—, Lagunilla se dijo: “Esta es la prueba; lo otro es puro invento”.

Ávido por otras revelaciones, en el propio templo el estudioso descubrió la fe de matrimonio de los padres de la esposa de Martí y el testamento del abuelo materno de ella, Juan Martín Hidalgo, nacido en España.

Lapicero en mano —para no perderse en el laberinto de las relaciones familiares—, el investigador dibujó el árbol genealógico de José Francisco (Pepito), quien, curioso como su padre, debió preguntarle a la madre por sus ancestros trinitarios en sus días habaneros, neoyorquinos o camagüeyanos.

Luego de enviudar en el país ibérico, el bisabuelo materno de Pepito desembarcó en Venezuela en busca de fortuna en compañía de su hijo José y se asentó en las proximidades del lago Maracaibo, donde se casó dos veces; Antonio nació de la primera relación.

En tierra venezolana, el negocio de Juan Martín Hidalgo y Espré creció; pero la guerra entre las fuerzas leales al Rey y los independentistas casi asfixió económicamente a la familia, que decidió radicarse en Trinidad en la segunda década del siglo XIX. “Ellos vivieron en la Calle Real Jesús María, pero no he encontrado la casa exacta”, me expresó el historiador. Allí vinieron al mundo Isabel María y, presumiblemente, su hermana Manuela.

Al parecer hábil para los negocios, el bisabuelo materno del hijo del Apóstol llegó a contar en Trinidad con una empresa naviera —daba viajes a Jamaica y a naciones de Sudamérica— y con el ingenio La Caridad, vendido después a Justo Germán Cantero.

¿Por qué usted sostiene que Antonio y Manuela, tíos de la esposa de Martí, poseían ideales avanzados para su época?, le pregunté a Lagunilla en aquel diálogo.

“Ante todo, habría que decir que Antonio estudió Medicina en Europa y a su regreso abrió un consultorio y una farmacia en la villa. Él participó en el alzamiento de Isidoro Armenteros (1851) y fue condenado a ocho años de prisión. Salió para Jamaica y ahí se me pierde, hablando en términos de investigación. En el caso de Manuelita, ella estuvo presa durante la Guerra de los Diez Años en la Cárcel Real; así aparece en el libro Historia de Trinidad, de Martín Villafuerte. A ella la expatriaron hacia Isla de Pinos”.

Como secuela de la crisis azucarera en la segunda parte de la centuria decimonónica —derivó en la migración de capitales trinitarios hacia otras regiones como Sancti Spíritus y Cienfuegos—, los bisabuelos maternos del hijo de Martí se radicaron en esta última ciudad. “De ahí viene la confusión de plantear que Isabel María nació en Cienfuegos”, advirtió Manuel Lagunilla, quien agregó que Antonio y Manuela sí se quedaron en la tercera villa cubana.

En Cienfuegos, Isabel María Hidalgo y Cabanillas conoció a Francisco Zayas-Bazán y Varona, con quien se casó; el matrimonio se trasladó a vivir a Camagüey y tuvo 11 hijos, entre ellos Carmen Zayas-Bazán, aquella muchacha que aseguran deslumbró al veinteañero Martí durante el estreno de su obra Amor con amor se paga en el Teatro Principal de la capital mexicana en 1875, adonde el joven había arribado procedente de Europa, escala en Nueva York de por medio.

Para finales de 1877, ya habían contraído nupcias, y a inicios de 1878 viajaron a Guatemala. Martí no comulgó con las ideas políticas conservadoras en el país centroamericano y determinó, de conjunto con Carmen, residir en Cuba, específicamente en la calle Tulipán, donde nació el Ismaelillo el 22 de noviembre de ese año, quizás entre el deambular cercano de los tranvías. “De seguro, por las venas de ese niño corría sangre trinitaria”, y con la frase, Lagunilla me cerró la agenda aquella mañana.

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