Otro sol en Taguasco (+Fotos y Video)

Otro sol en Taguasco (+Fotos y Video) El parque solar del municipio espirituano de Taguasco es el segundo con capacidad generadora de 21.8 MW que se construye actualmente en la provncia. Foto Yosdany Morejón.

En tierras del municipio espirituano de Taguasco, donde el marabú gobernó por décadas, ahora crece otra cosecha: 25 000 paneles solares (de un total de 42 588) extendidos como un tapiz plateado que transforma la luz en esperanza. Bajo el sol implacable, un ejército de overoles azules libra su batalla decisiva: erigir a contrarreloj el segundo parque solar de 21.8 MW que la provincia levanta por estos días para paliar la crisis energética que enfrenta la isla.

Yusley Sánchez Santana, jefe del proyecto, señala el horizonte de metal: «En estos momentos trabajamos en seis de los siete inversores, solo nos queda barrenar 2 220 huecos en el inversor cuatro. La proyección es alcanzar el 75 por ciento de los paneles instalados en los próximos días».

La maleza obligó a desviar recursos hacia el chapeo, pero el replanteo estratégico ya está en marcha.

Este parque deberá sincronizar al SEN en la primera quincena de septiembre. Foto Yosdany Morejón.

Este avance no es solo cifras; es el sudor de brigadas multidisciplinarias que libran batallas diarias contra el reloj. Entre ellas sobresale la fuerza especializada del Ministerio de la Construcción de Cienfuegos, veteranos del parque solar de Cabaiguán, quienes establecieron un récord provincial al montar 30 mesas completas en media jornada, hazaña reconocida en redes sociales.

«Fue algo meritorio que, con solo 10 hombres, se haya realizado algo así», subraya Sánchez, y agrega que estos muchachos asumen su propia logística y tornería.

Este tipo de obra demanda más de medio millón de arandelas y una cifra similar de tornillos. Foto Yosdany Morejón.

La urgencia se palpa en cada detalle: cuatro máquinas barrenadoras trabajan sin pausa para completar los hoyos pendientes, mientras, la Empresa Eléctrica Sancti Spíritus ha tendido y tapado ya cinco kilómetros de cableado de media tensión y avanza en la malla de tierra y el alumbrado interno.

Pero el desafío mayor acecha bajo tierra: «Lo más engorroso del parque es el zanjeado manual», afirma Sánchez Santana.

Linieros arrastran carretes a brazo, metro a metro, en una tarea titánica que precede la fase final de interconexión, donde equipos de la Empresa de Tecnología de la Información y Automática (ATI), la Unidad Empresarial de Base Grupos Electrógenos y Servicios Eléctricos (Geysel), Copextel, la Empresa de Automatización Integral (CEDAI) y Servicios de Seguridad Integral S.A. (SEISA), sincronizarán los conductores con el Sistema Eléctrico Nacional (SEN).

Este esfuerzo trasciende lo técnico. Para Yusley y sus equipos, las jornadas son maratones de 13 horas que sacrifican la vida familiar. «Apenas da tiempo para la familia, pero detrás está la dicha de saber que fuimos útiles», confiesa el director, cuya voz entremezcla cansancio y orgullo.

Este tipo de obra demanda más de medio millón de arandelas y una cifra similar de tornillos. Foto Yosdany Morejón.

La obra de que se construye en Taguasco es un engranaje clave en el macroprograma nacional de más de 50 parques solares que pretende sumar 1 000 MW a la matriz energética antes de que finalice el 2025. La meta es urgente: el SEN reporta déficits sostenido por encima de 1 500 MW en horarios pico, con termoeléctricas inactivas y apagones de varias horas.

Y es que Taguasco no solo electrifica tierra, sino también esperanza, agrega el joven jefe de este proyecto mientras camina entre vigas y tornillos, con el sol como de compañero.

El responsable del parque fotovoltaico de Taguasco habla de tareas mecánicas como barrenar, fundir, montar, pero también de los silencios y los sonidos de la obra: los taladros al amanecer, el aliento de los compañeros, el cambio final que llega cuando el último tornillo encaja. “Estamos haciendo un trabajo útil”, dice. Y en cada palabra se adivina la razón de tantos madrugones: la promesa de luz.

Conozca más sobre la construcción de este parque solar en el siguiente video:

DE LA PIZARRA AL ENSAMBLAJE DE TORNILLOS

Marialis Carrazana Fernández tiene 53 años y una vida marcada por la docencia. Graduada en Educación Primaria, jamás pensó que un día dejaría el aula para apretar tuercas y colocar arandelas en un parque solar. “Nunca me había enfrentado a este tipo de labor”, confiesa.

Y, sin embargo, ahí está: 10 horas de pie, bajo un calor que abrasa, ensamblando piezas diminutas que sostendrán mesas y paneles gigantes. La llamaron porque faltaban manos en la brigada de construcción y no dudó en anotarse. Renunció a sus vacaciones de agosto para vivir la experiencia. “Me gusta estar activa, no me gusta estar en la casa”, cuenta, como si esa fuera la explicación más natural del mundo.

En su puesto, la tarea parece sencilla: arandelas, tuercas, tornillos, piezas en forma de U y de Z. Pero Marialis sabe que cada una debe ir en su lugar exacto para que el montaje en el campo sea rápido y seguro. “Si no se ensamblan aquí, después es más difícil”, explica, mientras sus manos encajan una pieza tras otra. Hablamos de medio millón de arandelas y una cifra similar de tornillos. El trabajo es agotador, los dedos se entumecen, los hombros se cargan, pero ella no se queja. “Muchas personas subestiman esta labor o no entienden la importancia. Parece fácil, pero no lo es”.

Marialis Carrazana Fernández, maestra de profesión, renunció a sus vacaciones para apoyar el trabajo en este parque solar. Foto Yosdany Morejón.

En casa, al principio, nadie estaba de acuerdo. “Me subestimaron, pensaron que no podía con la tarea”, recuerda con una mezcla de risa y orgullo. Ahora, aunque regresa cada día cansada, siente que ha demostrado lo contrario. Almuerza y merienda sin apartarse del puesto, sigue hasta que la jornada termina. Lo hace porque cree en lo que construye. “Ha sido una experiencia muy bonita, y aunque estamos agotados, estamos contentos por la labor que realizamos”.

El esfuerzo de Marialis no solo se mide en piezas ensambladas, sino en la constancia de su compromiso. No hay reloj que marque la intensidad de esas diez horas, ni cifra que traduzca el calor acumulado en la piel. Ella, acostumbrada a formar niños, hoy forma parte de un engranaje que genera energía limpia para miles de hogares. “Es un trabajo que, cuando lo ves terminado, te llena de satisfacción”, comenta, con los dedos todavía resentidos del día anterior.

Quizás por eso, cuando habla de “otra experiencia” sus ojos brillan con una alquimia de cansancio y deseo. No piensa en descanso prolongado, ni en recuperar las vacaciones perdidas; sino en seguir construyendo. Sabe que la energía que produce este parque va más allá de la electricidad: es energía humana, de voluntad y entrega. “Si me vuelven a llamar, ahí estaré”, asegura, como si ya escuchara, en su interior, el ruido metálico de las piezas esperando por sus manos.

RIGOR BAJO TIERRA

La misión de José Luis Valdés Rodríguez, del departamento de Subestaciones de la Empresa Eléctrica Sancti Spíritus es garantizar la calidad de los tendidos. Foto Yosdany Morejón.

En un rincón del parque, lejos del ruido de las barrenadoras, José Luis Valdés Rodríguez revisa cables. Representa a la Empresa Eléctrica Sancti Spíritus desde el departamento de Subestaciones, y su misión es garantizar la calidad de los tendidos antes de que la zanja se cierre para siempre. “Si algo falla después, cuando energicemos, encontrar la avería es un problema grande”, explica con la seriedad de quien sabe que un descuido aquí puede costar caro.

Acostumbrado a parques más pequeños, reconoce que esta obra es otra liga: “A este nivel nunca habíamos participado. Es extraordinario y muy importante para el país. Hemos aprendido mucho y eso también lo vamos a transmitir a los jóvenes”. Su jornada empieza antes de las siete de la mañana y termina cuando el sol ya se ha ido; la casa queda en pausa, con los reclamos de la esposa incluidos.

José Luis no solo se enfrenta al trabajo minucioso, sino también al clima implacable. Bajo un sombrero ancho, camisa de mangas largas, guantes y gafas, soporta un sol que castiga sin tregua. A veces, de buenas a primeras, se arma una tempestad y un aguacero lo empapa de pies a cabeza. “Al otro día puedes amanecer con gripe, pero hay que darle para adelante”, dice con una sonrisa breve.

Linieros arrastran carretes a brazo, metro a metro, en una tarea titánica que precede la fase final de interconexión al SEN. Foto Yosdany Morejón.

Lo que hace requiere más que técnica: exige paciencia y concentración absoluta. El cableado que examina quedará oculto bajo la tierra, invisible para todos, pero de él depende que la electricidad fluya sin tropiezos. Es un trabajo de confianza, de fe en lo que no se ve. Y José Luis está convencido de que, si hoy pone todo el rigor posible, mañana habrá menos problemas que lamentar.

Cada zanja que supervisa es, para él, una promesa cumplida. Cuando al fin se cierre la última, cuando el parque comience a entregar energía limpia, sabrá que sus horas bajo el sol y la lluvia valieron la pena. “Aquí todos sabemos la importancia que tiene esto para el país”, afirma, y vuelve a agacharse sobre el cable, como si la conversación nunca hubiera interrumpido su trabajo.

Y es que Taguasco no solo electrifica tierra, sino también esperanza. Foto Yosdany Morejón.

Cada mesa erguida, cada panel encajado, cada cable probado y soterrado es un pedazo de historia que quedará invisible a simple vista, pero vital para que la luz llegue a miles de hogares. El parque solar de Taguasco avanza, sostenido por manos de maestros, linieros, ingenieros y obreros que, bajo el mismo sol, comparten un objetivo: transformar energía en futuro.

Ya se han instalado más del 50 por ciento de los paneles. Foto Yosdany Morejón.

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