Ómnibus de TRANSMETRO favorecen el bolsillo de los trinitarios
Hace días leí en las redes sociales la queja de una prestigiosa educadora que lamentaba la insensibilidad de ciertos trabajadores del sector turístico que laboran en los hoteles ubicados en la Península de Ancón, quienes necesariamente abordan los ómnibus dispuestos para su traslado. Cerca de 12 kilómetros separan a Trinidad de Cuba del balneario sureño.
Decía la profesora: “Algunos choferes se sienten presionados por estos trabajadores, quienes cuestionan la recogida de pasajeros, como si los que viajáramos en esos ómnibus no fuéramos humanos”. Y continuaba: “Vemos cómo colocan sus mochilas en los asientos vacíos, mientras personas adultas permanecen de pie: estudiantes, educadores, enfermeras, en fin, todo un ejército de ciudadanos que se alista para afrontar la dura cotidianidad”.
Muy cierto, digo yo. Es la ruta que en ocasiones abordo; es la salvación para los casildeños que estamos obligados a viajar hasta la ciudad de Trinidad y viceversa. Esos ómnibus de TRANSMETRO, por un valor de 5 pesos, nos libran de pagar un coche a 50 pesos, una moto entre 400 y 500 pesos. El bolsillo agradece el aventón.
Por eso no es propio de paisanos colocar una mochila en un asiento vacío o amarrar la cara cuando alguien pide que la retire para ocupar su lugar. No es propio de gente noble y sencilla actuar de ese modo. No lo es, lo repito: la mochila no tiene asiento.
Sin embargo, mis apuntes también reconocen la solidaridad de mujeres y hombres de ese gremio que destacan por su amabilidad y cortesía, que sienten la satisfacción de compartir el viaje con toda esa gente de a pie como ellos. La profesora lo dice en su escrito: “Algunos muestran empatía por quienes no somos trabajadores de su sector. Para ellos, mi agradecimiento y respeto”.
A los trabajadores del turismo que laboran en los hoteles de la Península de Ancón se les descuenta de su salario una parte destinada a sufragar los gastos de transportación. Por eso tienen derecho a exigir comodidad, orden, y todo lo necesario para afrontar una jornada donde prime la calidad del servicio. Esto aplica también al regreso, cuando el agotamiento casi los vence.
Reconozco también, porque lo he visto en algunos de los viajes, que la inconsciencia sube a la guagua. Algunas personas que abordan el ómnibus no ceden los asientos a quienes les pertenecen: los trabajadores del turismo. De igual modo, sucede en la etapa veraniega, cuando ciudadanos en estado de embriaguez, mojados y bañados de salitre hacen insoportable el itinerario de regreso a la ciudad.
No obstante, retomo un post publicado el pasado año, con plena vigencia, por Eduardo Rodríguez Dávila, Ministro de Transporte. Apunta el funcionario: “En tiempos tan complicados, de tantas carencias, nos salva la solidaridad. Esa que existe en nosotros y la despierta el otro cuando nos necesita. Esa que regresa como bumerán, porque mañana la necesitarás para ti”.
Dice la profesora que me inspiró a reflexionar: “En tiempos tan complejos, donde un puesto laboral no es vitalicio, podrías convertirte mañana en un pasajero más de la ruta Casilda–Trinidad o viceversa”.
Pienso en la sonrisa agradecida por el aventón de los que llegaron a tiempo a la escuela, al taller, al hospital, a su destino final. Pienso en la generosidad, el apoyo, la cooperación de gente buena y probada, como son los trabajadores del turismo de Trinidad de Cuba, especialmente en aquellos conscientes que saben muy bien que la mochila no tiene asiento.