Milagros Ulloa: El maestro debe ser un artista en el aula

Maestra por vocación, en sus 38 años en la humana y noble misión de educar, Milagros Ulloa se inscribe por derecho propio en el movimiento de avanzada en la historia de la pedagogía taguasquense.

«Siempre, desde pequeña, que estaba en la Secundaria Básica, me incorporé a un círculo de interés de pedagogía y hacíamos las prácticas en el círculo infantil de Zaza. Me incliné más hacia los niños de cinco años; así nació ese sentimiento por enseñar hasta que ingresé en la Escuela Pedagógica, donde permanecí cuatro años hasta egresar y comenzar mi primer curso. Venía con todos los saberes técnicos y metodológicos. Empezar la vida laboral fue más impactante, responsable de un aula con 45 estudiantes de primer grado, pero salí victoriosa y convencida de que esta era la profesión que deseaba».

El aula de Milagros es un hermoso taller pedagógico, una fragua de espíritu.

El empleo de creativos medios de enseñanza en su aula de segundo grado en la escuela Quinto Congreso, de Zaza del Medio, facilita el desarrollo de la independencia cognoscitiva de los niños. Foto: Eduardo Sicilia .

«Cuando preparo mis clases pienso mucho en las diferencias individuales de mis muchachos. Analizo esa caracterización que tengo de mis niños: quién puede llegar a más ejercicios, cuáles tienen menos posibilidades, siempre buscando cómo puedo motivar para sembrar el interés y el pensamiento, qué se interesen por lo que les traigo. Me apoyo en láminas, medios de enseñanza, objetos reales; eso favorece mucho el aprendizaje. Por eso seguiré siendo maestra, que es lo único que he realizado en mi vida».

Esta destacada pedagoga reafirma que, a pesar de las dificultades actuales, si se preparan buenas clases, fluye el aprendizaje consciente de los estudiantes.

«Por supuesto que sí. En esta coyuntura actual, con tantos problemas de la sociedad, el maestro debe ser un artista en el aula. Hay que motivar, hay que buscar medios para despertar la motivación y el deseo por saber. Es difícil, pero se pueden encontrar soluciones, y a mí me ha dado mucho resultado. Hoy tengo 45 estudiantes; estoy avalada por la sobrecarga docente. Nada me impide que mis niños aprendan. Todos los días llego con algo nuevo para que se motiven y yo me siento realizada con mi trabajo».

Para Milagros el mayor tesoro es el reconocimiento social y tener la oportunidad de ser maestra hasta su último aliento.

«Siempre he dado el primer ciclo hasta cuarto grado; entonces los observo con orgullo: niños crecidos en el tiempo, con valores. Las familias me buscan, me saludan, agradecen y ese es el mejor estímulo que puede tener un maestro en la sociedad».