Los susurros del barro en Coky Santander
A la distancia corta de su tiempo, aún la embriaga la inquietud de su niñez y aquella imagen de su abuelo Rogelio y de sus tíos sentados en los tornos, entre el olor y la textura del barro húmedo, cuando todo le parecía inmenso, enorme.
Tenía entonces siete añitos, y después, el bichito de la alfarería, que pegó, hizo raíces y le ha acompañado en la vida, hasta los días de hoy.
Solo sabe de ideas, que se desprenden hasta sus manos para convertirlas en arte, salpicado de ternura.
No entiende de temáticas, ni cree en líneas establecidas, pues solo abre la puerta del alma y la creatividad brota en sus variantes impensables.
Y crece, se empina, a pesar de esa distancia corta de su tiempo. Y Rogelio está ahí, a la distancia del susurro, en el que ella, Coky Santander, le juró seguir oxigenando la tradición, con la distinción de que nunca dejará de ser alfarera.
Casi tres décadas y media marcan su sendero, donde el barro le ha cedido el espacio para dibujar motivos.
La creatividad siempre está despierta. Foto; Oscar Alfonso Sosa.
Con el escultor Félix Madrigal (segundo plano), compartiendo experiencias. Foto; Oscar Alfonso Sosa.
Siempre será alfarera, sentencia. Foto; Oscar Alfonso Sosa.
Enseñar y aprender, una filosofía sabia en Coky. Foto; Oscar Alfonso Sosa.
Trinidad le regala atributos que enriquecen su obra. Foto; Oscar Alfonso Sosa.
Solo sabe de ideas que se desprenden hasta sus manos para convertirlas en arte. Foto; Oscar Alfonso Sosa.
Rogelio Santander, el abuelo, la motivación excepcional. Foto; Oscar Alfonso Sosa.