Los latidos del milagro (+ fotos)
En el servicio provincial de Neonatología (SPN) del Hospital Camilo Cienfuegos, de Sancti Spíritus, dos diminutas vidas escriben su primer capítulo con la fuerza de un milagro. Natali y Nicol, unidas en un mismo útero, vieron la luz el pasado 21 de febrero con apenas veintiocho semanas de gestación.
Difícilmente superaban los dos libras de peso cada una cuando, tras el llanto ahogado de la emergencia, fueron conectadas a respiradores que las mantuvieron entre la vida y la muerte.
“Hacía muchos años que no teníamos un caso tan complejo y de tan difícil pronóstico en el territorio. En honor a la verdad ha sido todo un desafío”, confiesa la doctora Midalys Martínez Barrios, jefa del SPN, quien resalta que la primera etapa del ingreso fue muy difícil porque las gemelas estaban reportadas de críticas inestables, lo cual ponía a todos en tensión extrema.
Añade que hubo necesidad de reanimación desde el nacimiento; así como de estadía en la terapia intensiva que las llevaron a ventilación de alta frecuencia, sobre todo a la segunda en nacer, la cual presentó la enfermedad pulmonar más grave. “En el momento del parto, ambas mostraron distrés respiratorio severo”, explica Martínez Barrios. El segundo gemelar –Nicol– requirió ventilación de alta frecuencia con parámetros máximos”.
Afortunadamente hoy, tras casi 80 días de cuidados intensivos, sus curvas de crecimiento comenzaron a inclinarse hacia la esperanza: los cachetes ganaron calor, sus pulmones se fortalecieron y los reflejos, antes letárgicos, cobraron vida.
UN EQUIPO EN VIGILIA CONSTANTE
Cuidar a dos prematuras extremas de 28 semanas exigía un despliegue humano sin precedentes. Foto cortesía de la madre.
Cuando Natali y Nicol Milagro fueron depositadas en la incubadora, el reto se multiplicó: cuidar a dos prematuras extremas de 28 semanas exigía un despliegue humano sin precedentes. “Eran tan frágiles que un solo descuido las ponía en riesgo”, evoca la enfermera Yaicel Sorí Marcos, aún conmovida por aquellas primeras horas.
Reconoce que el manejo de ambas niñas exigió no solo experiencia técnica, sino una coreografía de manos, rostros y voces coordinadas al detalle para anticipar cada complicación.
“La anemia, la ictericia y el riesgo de infecciones –enumera Sorí Marcos– podían surgir en cualquier momento. Cada día era un examen de vigilancia constante”. Para ello, el servicio dispuso de equipos rotativos: en cada turno, cuatro enfermeras y dos neonatólogos trabajaban codo a codo mientras intercambiaban información que las mantenía vivas. “No era un solo héroe, sino una compañía entera que velaba por ellas”, agrega.
De igual forma, Yainara de Armas Eires, pediatra-neonatóloga con ocho años de experiencia, subraya el peso de coordinar tantas manos: “Planificar quién intuba, quién ajusta los parámetros ventilatorios o quién supervisa la nutrición canguro requería disciplina casi militar, pero siempre con el corazón puesto en esas niñas”.
Más allá del trabajo técnico, el equipo asumió un rol de apoyo emocional con Keily González Padrón, madre de las niñas. “Explicar cada curva de peso, cada nuevo avance o tropiezo, formó parte de nuestro deber”, comparte Sorí Marcos. El servicio, convencido de que la confianza de la familia fortalece la recuperación, mantuvo un canal permanente de comunicación. Cada mañana, Keily encontraba a un grupo dispuesto a informarla, solidarizarse con su ansiedad y celebrarla por cada gramo ganado.
Al cabo de más de dos meses, Natali y Nicol comenzaron a superar los promedios de aumento de peso y el personal no ocultó su orgullo: “Verlas succionar con fuerza, escuchar su llanto rebelde y descubrirlas rosadas en el pecho de su madre, es la mejor recompensa a tantas guardias sin dormir”, concluye la doctora Yainara con una sonrisa cómplice.
La alquimia de la tecnología, formación y calor humano convirtió un caso crítico en un triunfo colectivo que permanecerá en la memoria de todo el Servicio.
EL ABRAZO QUE CURA: MÉTODO CANGURO
Tras casi 80 días de cuidados intensivos, sus curvas de crecimiento comenzaron a inclinarse hacia la esperanza. Foto cortesía de la madre.
La ciencia encontró su complemento más tierno en la piel materna. Con el método canguro, Keily se convirtió en el mejor refugio para sus hijas. “Cuando las coloco sobre mi pecho, noto cómo se calman, cómo sus respiraciones se vuelven más profundas”, relata la madre. “El latido de mi corazón hace algo que las regula”.
La enfermera Yaicel Sorí Marcos lo confirma: “El canguraje acelera la ganancia de peso y fortalece el vínculo madre-hijo, fundamental en estos casos”. En cada sesión, la ternura suplió el vacío que no llenan ni las incubadoras más modernas.
Las primeras caricias piel con piel marcaron un antes y un después en la evolución de Natali y Nicol. Cada vez que Keily recostaba a sus pequeñas sobre el pecho, sus cuerpos respondían con una sinfonía de ajustes: la temperatura se estabilizaba, su ritmo cardíaco se normalizaba y su respiración adquiría pausas más largas y profundas.
La práctica del canguraje no solo aportó beneficios fisiológicos, sino que alivió el estrés de las gemelas al reducir la liberación de hormonas del miedo y la ansiedad.
El método también favoreció la lactancia materna, esencial para su recuperación. Con el pecho a disposición, Natali y Nicol comenzaron a succionar con más firmeza y mejoraron la transferencia de leche. “Al alimentarse directamente, sus sistemas digestivos se habituaron mejor y desarrollaron defensas que ningún biberón podría proporcionar”, afirma Sorí Marcos. Cada mililitro de leche materna resultó un cóctel de anticuerpos y nutrientes que reforzó su incipiente inmunidad.
La participación activa del padre no fue menos valiosa. La enfermera Yaicel destaca cómo el padre, al seguir el mismo protocolo de canguraje, brindó horas de contacto que duplicaron la estimulación emocional y favorecieron el equilibrio de las bebés. Bajo el abrigo de ambos progenitores, Natali y Nicol encontraron el doble sustento de calor humano que estableció una base sólida para enfrentar futuras terapias y controles.
Finalmente, el canguraje engrandeció la tarea del equipo médico, pues les permitió observar reacciones inmediatas y ajustar tratamientos en tiempo real. “Verlas acunadas entre brazos familiares hizo evidente que la tecnología y la ciencia rinden su mejor fruto cuando se integran con el calor del amor”, resume Yaicel Sorí Marcos.
Ese abrazo curativo, tejido de piel, pulso y ternura, se convirtió en el verdadero motor de la recuperación, al demostrar que, en Neonatología, el toque humano es tan imprescindible como cualquier protocolo.
UN REGALO PARA MAMÁ
El segundo gemelar requirió ventilación de alta frecuencia con parámetros máximos. Foto cortesía de la madre.
Keily González Padrón celebró su cumpleaños 35 en el hospital, un día después del alumbramiento de sus hijas. “Este ha sido el mejor regalo que podía recibir”, confiesa entre sonrisas y lágrimas.
Cada gramo ganado, cada latido más firme, cada nueva curva de peso representó un triunfo doble: por Natali y por Nicol, pero también por la madre que las sostuvo sin rendirse.
Ahora, cuando siente el suave empujón de Natali contra su hombro o el murmullo de Nicol mientras despiertan, su corazón vuelve a latir con la certeza de que el amor maternal logra lo imposible. En el Día de las Madres, Keily descubre que el regalo más valioso no cabe en un lazo ni en una caja: vive en dos pequeños cuerpos que, tras su lucha por nacer, ya reclaman el calor de su abrazo.
“Pasé por días muy duros, pero nunca perdí la fe ni dejé de creer en estos especialistas maravillosos que han salvado a mis niñas. Cada vez que las tomo en mis brazos, siento un amor tan grande que me inunda el pecho”, dice.
Para ella, este día ya no es una fecha más en el calendario, sino el triunfo tangible de la esperanza y de un amor que superó todo pronóstico.
Las manos de Keily recorren el contorno de los rostros de sus hijas, ahora más redondos y llenos de vida, recordándole las noches sin dormir y las prisas de los médicos. “Hoy puedo decir que cada lágrima de miedo se transformó en una sonrisa de victoria”, afirma convencida. A su lado, los neonatólogos asintieron: aquella madre, con su ternura incansable, fue la mejor aliada del equipo, un faro de ternura que impulsó el milagro de la supervivencia.
En Audio, Noticia, Salud, Sancti Spíritus , DÍA DE LAS MADRES, Salud Pública