Las cartas del General

Las cartas del General Serafín nació el 2 de julio de 1846.

A la hora de escribir a la familia, al Mayor General Serafín Sánchez Valdivia  el cansancio de la jornada le pesaba menos lo que las crines a un potro de los que solía montar en la finca de San Marcos, cuando jovenzuelo. O sea, ni un millo. Corría el 23 de mayo de 1887; ese día a lo mejor el guerrero estuvo de paso por la plaza de Santo Domingo y vio la mansión donde residió Hernán Cortés, el conquistador español que también pisó la villa espirituana.

Nada de lo que le ocurría a los suyos en Cuba le resultaba indiferente a Sánchez Valdivia, quien desde 1880 vivía en República Dominicana. En aquella misiva dirigida a su madre, mostraba su dolor por la muerte de dos hijos de su hermana Domitila y su esposo. “(…) supongo que ellos todavía estarán inconsolables sobre todo la pobre Domitila con la pérdida de sus hijos y particularmente de su hija de 17 años”.

Las estudiosas Eunice Rosell Gómez y Miriam Mata Ortega, del referido Museo Casa Natal Mayor General Serafín Sánchez, han vuelto en más de una oportunidad sobre la correspondencia cursada entre el paladín y sus hermanos Elías, Raimundo, Plácido y Esteban.

“Las cartas están dedicadas no solo a los habituales temas familiares; sino, en gran medida, a analizar aspectos referentes a la situación sociopolítica en Cuba y a la preparación de la Guerra Necesaria”, exponen las investigadoras.

De regreso a Estados Unidos en 1891 para colaborar con José Martí en la organización de la contienda, Serafín prosigue comunicándose con su familia; confirmado por la respuesta enviada desde Cayo Hueso, el 12 de julio de ese año, a Plácido, que sentía enorme respeto por su hermano mayor y a quien le consultaba los más diversos tópicos.

En torno a la inquietud de Plácido relacionada con el robo de ganado, el patriota le pide actuar con serenidad y le expresa: “(…) ten presente que ese Pueblo no es malo, ni es indiferente ni está abyecto sino que allí los malos, los abyectos y los miserables son aquellos unos cuantos que lo dirigen”.

Siendo coherente con ese ideal, en la noche del 24 de julio de 1895 desembarca por Punta Caney, al sur de Sancti Spíritus, al frente de una expedición, encabezada, además, por los generales Carlos Roloff y José María (Mayía) Rodríguez. De ello da cuenta a Pepa, su esposa: “(…) hemos entrado aquí como en nuestra casa. (…) ¡Viva Cuba! Y te quiere mucho, tu Serafín”.

Poco después de arribar a suelo patrio, el Mayor General espirituano asume la jefatura interina de la Primera División —operaba en los distritos de Sancti Spíritus, Remedios y Trinidad— del IV Cuerpo de las huestes mambisas, y la dirección de este a partir de diciembre del propio 95.

Con excepción de Benito, muerto por complicaciones hepáticas, para 1896 todos los hermanos de Serafín: Plácido, Raimundo, Esteban, Elías y José Joaquín (Tello) estaban incorporados a las fuerzas lideradas por el Mayor General, cuyo padre había fallecido en 1895 de disentería.

La madre, Isabel María de Valdivia, tampoco se resignó a la tranquilidad hogareña y se fue a la manigua, acompañada de sus tres hijas: Domitila del Carmen, Josefa María y Julia América. Ante todo, partió con un pensamiento fijo: reencontrarse con Serafín.

Campamento de El Saltadero, primero de octubre de 1895. Las tres estrellas relucían sobre los altos hombros del hijo; luego de más de 15 años de ausencia, la madre no reparó en ello. Únicamente atinó a abrazarlo, a besarlo, a buscar sus ojos; eran los mismos ojos con que la había mirado José Joaquín el día de su alumbramiento, después que la comadrona le puso entre sus brazos a Serafín, envuelto en un paño más blanco que las flores de mariposa.

 

Nota: En esta y otras cartas citadas se respeta la ortografía original. Agradecemos la colaboración del colectivo del Museo Casa Natal Mayor General Serafín Sánchez Valdivia para la realización de este reportaje.

 

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