La espina de Miño

La espina de Miño

Puntual, como siempre —salvo aquella vez, cuando casi llega con retraso a nuestra charla, tas acompañar a un amigo al quiropedista— llega Arnaldo. Enseguida, le sugiero el asunto a mi gran amigo. Y entonces…

—A ver si adivino —reacciona Arnaldo, con mucho interés, sobre todo, de acertar—: si se trata de La espina de Miño, es que vamos a hablar de una cura para sacarse de la piel alguna astilla o espina encarnada, ¿no? Como estamos con ese buen libro que es “El ungüento de la Magdalena” …

—En parte, sí; en parte, no.

Lo atrapé…

—No entiendo…

—Te explico. Sí, traigo otro de los relatos recogidos por Ricardo Riverón Rojas en su libro “El ungüento de la Magdalena”. Pregunta el autor: ¿qué se hace cuando uno se entierra una espina o una astilla?

—Bueno… lo que atinamos a hacer, de momento —No sabía hasta ese momento que Arnaldo quiso estudiar medicina—, es exprimirnos la piel, como si fuéramos a sacar la espina así, o tomar una aguja, sin esterilizar y hurgar allí para sacarla. Y eso puede traer una infección muy peligrosa.

—Usted, como siempre, amigo mío, haciendo gala de un gran sentido común.

Cierto eso. Y no exagero.

—Bueno, ¿qué le pasó a Miño?

—Tú verás. Resulta que una vez Miño tuvo que dormir en la cocina de su casa, encima de una tabla pelada, y se le enterró una espina en el brazo.

—¿Y por qué Miño tuvo que dormir en la cocina en una tabla?

—Ah, porque una tía de Miño, Lucía, había ido a la casa y le cogió la noche. La única cama disponible era la de Miño y Lucía no quiso dormir con él.

—¿Por qué?

—¿Qué por qué? Porque una hermana de Lucía, también tía de Miño, había tenido que quedarse en la casa. Miño le ofreció un lado de su cama. Se acostaron juntos y…

— ¡No te lo puedo creer!

—¡Pues eso mismo fue!

—Chico, pero yo no entiendo —claro, imposible entender con lo dicho hasta aquí; buen punto para ti, Arnaldo— qué tiene que ver todo esto con La espina de Miño.

—¡Muy sencillo, compadre! Aquella noche en que Miño durmió en la tabla y se enterró una astilla se la sacó con una tajada de limón, porque, según él, el ácido del limón atrae la astilla o la espina y se saca con la punta de un alfiler.

—¿Y Lucía?

—¿Lucía? ¡Esa espina que le clavaron Miño y la hermana tiempo atrás, no se la ha podido sacar! ¡Ni con todo el limón del mundo!

“…Amigos, suficiente por hoy”.

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Lo que por ahí se cuenta

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