La desertificación en Sancti Spíritus, ¿realmente existe?

Una crisis silenciosa, que no genera titulares de escándalo, pero amenaza los recursos naturales y la vida misma de miles de ciudadanos, viene intensificándose por estos días en Sancti Spíritus: la desertificación y la sequía, un fenómeno que ha transfigurado la fisonomía de la provincia, otrora pródiga en aguas superficiales y hoy profundamente dañada por la erosión.

Según el más reciente informe del Instituto de Meteorología de Cuba (INSMET), los niveles de precipitación en Sancti Spíritus han disminuido un 25 por ciento en los últimos 30 años, con una caída más marcada en los últimos cinco. Las lluvias son cada vez más erráticas y concentradas en cortos periodos de tiempo, lo que impide una adecuada recarga de los acuíferos y provoca que los escurrimientos erosionen los suelos.

La desertificación ya lacera a los municipios espirituanos de Jatibonico, Taguasco y Cabaiguán, territorios en los que miles de hectáreas que antes eran cultivables hoy presentan signos evidentes de degradación: suelos compactados, pérdida de vegetación natural, salinización y formación de costras superficiales que impiden la filtración del agua.

Si bien el cambio climático global actúa como catalizador, los especialistas señalan que el deterioro ambiental en Sancti Spíritus también tiene raíces locales; entre ellas, la deforestación indiscriminada, muchas veces realizada para ampliar la frontera agrícola, así como el sobrepastoreo de ganado en áreas vulnerables.

A ello se suman las malas prácticas de riego y el uso excesivo de agroquímicos, que empobrecen los suelos y alteran su equilibrio ecológico.

Además, la falta de mantenimiento de la infraestructura hidráulica ha agravado la situación. Embalses como la presa Zaza, la mayor del país, han visto reducida su capacidad de almacenamiento debido al azolvamiento y a la evaporación acelerada causada por las altas temperaturas.

Las consecuencias de este proceso ambiental son ya palpables en la vida diaria. Agricultores como Ramón Pérez, del municipio de La Sierpe, han visto cómo sus rendimientos en cultivos básicos como el arroz y el maíz se han reducido hasta en un 60 por ciento en los últimos años. “El campo está seco. El agua ya no llega como antes, y cuando llega, es tarde o se va rápido. Sin agua no hay nada”, lamenta Pérez, quien ha tenido que reducir su plantación.

La ganadería, otro pilar económico de la provincia, también sufre. La falta de pastos naturales ha obligado a los ganaderos a comprar alimentos concentrados, lo cual encarece los costos de producción y provoca una caída en el número de reses.

A nivel humano, la escasez de agua potable se ha vuelto un problema crítico en comunidades rurales, donde muchas familias dependen de pozos que se están secando o han quedado contaminados. Los servicios de distribución por pipas no siempre llegan con regularidad, y cuando lo hacen, no cubren la demanda total.

Ante esta situación, las autoridades locales implementan planes de manejo sostenible de tierras, como parte del Programa Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Estos incluyen la reforestación de zonas degradadas, la promoción de prácticas agroecológicas y la rehabilitación de canales y embalses.

Sin embargo, los expertos advierten que estos esfuerzos, aunque necesarios, llegan con retraso y no cuentan con los recursos técnicos y financieros suficientes.

La desertificación y la sequía no son fenómenos aislados ni inevitables, sino el resultado de decisiones humanas y, como tales, pueden revertirse. Pero el tiempo apremia, y cada año de inacción acerca a Sancti Spíritus a un punto de no retorno. Lo que está en juego no es solo el paisaje rural; es también la seguridad alimentaria, la salud ambiental y el futuro mismo de sus habitantes.

Fuentes: Web oficial de la Tarea Vida, periódico Escambray, Juventud Técnica