Kemel Díaz y la energía que conecta el futuro
Si hay un oficio que sabe a sol y riesgo, es el del joven ingeniero Kemel Díaz, responsable de las instalaciones eléctricas y los cerca de 240 kilómetros de cables que demandan cada uno de los tres parques solares que se construyen este año en la provincia de Sancti Spíritus con capacidad generadora de 21.8 megawatts.
Con sus botas curtidas y esa mirada de quien descifra el lenguaje de los kilovatios, el periodista lo sorprendió mientras ultimaba detalles técnicos en el parque fotovoltaico de Cabaiguán, una obra que sincronizó recientemente al Sistema Eléctrico Nacional.
“En resumen se trata de una labor que constituye un gran desafío. De hecho, es el mayor reto profesional que he enfrentado a mis 37 años”, cuenta a Radio Sancti Spíritus.
¿Por qué?
“En primera, te enfrentas a esta parte de trabajar con tantas personas al mismo tiempo y tienes que estar pendiente de tantas cosas: de que todo el mundo tenga una secuencia de trabajo, que nadie se pare y lo más importante es que no ocurran accidentes. Así que imagínate, nunca había montado ningún parque, pero ya tengo la experiencia”, agrega.
El sol no da tregua. Sobre sus hombros cae la responsabilidad de armar el sistema nervioso de cada parque solar, un trabajo donde la corriente nunca perdona los descuidos.
Pero ahí va Kemel, con su equipo, entre mesas y paneles, repasando uno a uno los procedimientos de seguridad. “Aquí el accidente no puede ser una noticia”, les dice a los muchachos y les recuerda siempre que la vida va primero, incluso ante la prisa que imprime trabajar a la intemperie.
“Ya estamos montados en el parque de Tuinucú, en Taguasco, y estamos algo atrasados con la ejecución así que vamos directo para allá, sin tiempo que perder”, confiesa el especialista.
¿Muchas horas consagradas a la tarea?
(Ríe) “La verdad es que a mi esposa hay que ponerle una medalla porque lo más difícil de estar vinculado a la construcción de los parques solares es el sacrificio que tiene que hacer la familia porque te ausentas de tu casa prácticamente el día entero”.
A veces parece que Kemel tiene un radar invisible. Detecta fallas sin verlas, calcula los metros de cable con memoria de pescador y se anticipa a los problemas con la calma que solo da la rutina. A pesar de las jornadas que empiezan antes del alba y acaban con la última luz, mantiene el humor intacto. “El sol no se apaga por cansancio”, bromea mientras se seca el sudor de la frente.
“Casi que tu casa se convierte en el parque y vas prácticamente a descansar al hogar porque llegamos aquí alrededor de 7 de la mañana y regresamos a las 8 de la noche todos los días. Entonces, tienes muy poco tiempo para dedicarle a la familia y a los problemas de la casa que son bastantes en estos tiempos”, comenta.
En un parque fotovoltaico casi todos se fijan en los paneles y pocos notan los cables, pero son el pulso vital del proyecto. Si la provincia avanza hacia una matriz más limpia, mucho le debe a los pasos y las manos sabias de Kemel Díaz.
“Tengo muchas preocupaciones porque ya te digo, es mucha gente trabajando al unísono y eso incrementa el riesgo de que ocurran hechos como un accidente con una retroexcavadora que te pueda echar a perder el trabajo y aparte, accidentes laborales que tienes que estar evitando también; aunque, por suerte en Cabaiguán, no tuvimos que lamentar algo así, pero esto me ha traído bastantes responsabilidades y muchas preocupaciones cuando me acuesto a dormir”, explica.
No es extraño verlo caminar con su sombrero gigante mientras supervisa la faena, casi siempre acompañado de un equipo que acoge sus recomendaciones con la confianza de quienes han aprendido a respetar sus decisiones. «Aquí cada tramo cuenta», suele decir, convencido de que, entre la prisa y el apremio de nuevos parques, la seguridad debe ser la única urgencia.
Sin embargo, lo que más distingue a Kemel no es solo su dominio técnico sino el modo en que convierte el trabajo colectivo en una familia. Su liderazgo no se impone porque sabe delegar, escuchar y motivar incluso en las jornadas más extensas bajo un sol implacable.
Cuando alguno de los suyos flaquea, basta con la palmada breve o una broma lanzada para que renazca el buen ánimo. «Nada se hace solo; cada uno trae energía propia y juntos logramos que fluya el trabajo y no se pierdan los objetivos», repite convencido.
En los recesos, mientras el grupo se cobija bajo alguna sombra escasa y el agua recorre la garganta como un premio, Kemel habla de cables que salvaron días y de accidentes que enseñaron más que cualquier manual. Y es que, bajo el sol de Sancti Spíritus, brilla la historia de Kemel Díaz, especialista, tejedor de energía y vigía incansable frente a los peligros de la corriente. Porque aquí, donde la luz es promesa y meta, siempre hay alguien alerta para que todos regresen sanos a casa.
Conozca más sobre el joven ingeniero Kemel Díaz en el siguiente video:
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