José Martí: El valiente y sensato Serafín

18 de noviembre de 1896. Hay cielo invernal, hombre y cabalgadura van como enjaezados a ganar otra batalla al enemigo español. Serafín Sánchez Valdivia, para ese entonces Inspector General del Ejército Libertador, sale con su tropa desde el campamento de La Yamagua, Taguasco, hacia la margen izquierda del río Zaza; una vez allí, el brigadier González Planas ocupa posición en el Paso de La Larga y José Miguel Gómez, con ese propio grado militar, lo hace en el de Las Damas. Entre ambos sitios, Sánchez Valdivia coloca su Estado Mayor.

A las huestes españolas, encabezadas por el coronel Eduardo Armiñán, se adicionan los refuerzos del General López Amor, quien se encontraba en Sancti Spíritus; en total, unos 2 600 enemigos pelean contra alrededor de 800 mambises, con mucho menos poder ofensivo en cuanto a armas y municiones.

Después del mediodía, siguen plantados de tú a tú contra el adversario; más tarde, los proyectiles insurrectos comienzan escasear. El paladín lo advierte y ordena la retirada. Pasadas las cinco de la tarde, una bala de máuser lo atraviesa del hombro derecho al izquierdo y le afecta una arteria pulmonar. Y así, de súbito, desaparece la vida de aquel guerrero de apenas 50 años.
Cuentan que, ya entrada la noche iba custodiado por los suyos el cuerpo inerte del ilustre Serafín.

La marcha es lenta: “(…) la más triste que la luna ha alumbrado, en un silencio cruel que solo el llanto de los hombres interrumpía”, anotó alguien en el diario de campaña del Mayor General.

En Pozo Azul, sus leales compañeros, sobrecogidos, lo velaron toda la noche y respetaron toda su grandeza.

Partía así, el héroe de las tres guerras por la independencia de Cuba, el puente de unión entre los veteranos del 68 y los llamados “pinos nuevos”, el guerrero que no vivió un solo día sin olvidarse de la causa cubana. Partía el hombre “De sólidos méritos y limpio corazón (…), como le calificó José Martí, “el valiente y sensato cubano Serafín Sánchez Valdivia”.