José Martí: almas generosas

José Martí: almas generosas

“Félix y Andrés: No he dormido desde que les dije adiós, he cumplido con todo mi deber, y vuelvo a Tampa”, la pluma de José Martí corre sobre el blanco papel en el gélido diciembre de 1893.

Con la mano izquierda sostiene la hoja; en el dedo anular se ve la sortija, hecha con hierro de los grilletes del presidio. Discretamente, en más de una ocasión, Félix Sánchez Iznaga puso sus ojos en el anillo, donde aparecía grabada la palabra Cuba. Y el Maestro sigue escribiendo.

Tampa, Cayo Hueso, Filadelfia, Jacksonville, Nueva York… El Apóstol de la Independencia vive los años febriles en la preparación de la Guerra Necesaria. Su palabra cura el odio, une. En ese peregrinar conoce a los hermanos Félix y Andrés Sánchez Iznaga, quienes, perseguidos, emigraron en la década de los 80 del siglo XIX a Estados Unidos por sus ideas políticas, investigó el Historiador de Trinidad, Manuel Lagunilla Martínez, fallecido en 2021.

En 1888 residen en Nueva York, manifestó el estudioso a este reportero. Como “almas generosas” los calificaría el Maestro, cuyas cartas —dirigidas básicamente a Félix— denotan la hondura de los vínculos entre ellos.

El padre de estos jóvenes era el literato y periodista santaclareño Andrés Sánchez Aguerri, uno de los fundadores del periódico La Abeja en la tercera villa, donde se casó con la trinitaria Josefa Amalia Iznaga Rendón. Nacidos en La Habana, sus hijos Félix y Andrés cursaron los primeros estudios en Trinidad.

“Ya ve que fío en Vd., y en todo lo real, con Vd. como hijo mío, cuento de preferencia”, también le escribió Martí a Félix, nombrado administrador por el Maestro cuando intentó crear una pequeña empresa editora de libros en Nueva York, estrenada con la obra Ramona, de Helen Hunt Jackson.

En todos los aspectos materiales de la traducción, publicación y venta de Ramona, Martí contó con la valiosa ayuda de Félix, escribió el fallecido especialista del Centro de Estudios Martianos, Enrique López Mesa. En cierta oportunidad, el joven trinitario relató a un amigo que el Apóstol tradujo Ramona paseándose por el cuarto con el original en la mano; “se la dictaba en español con asombrosa rapidez, y de ahí sin corregirlas apenas, iban las cuartillas a la imprenta”. Al no avanzar el proyecto editorial, Félix se trasladó a Ybor City, Tampa.

“Sálvame a Patria”, le pidió Martí en febrero de 1893. En consecuencia, el joven patriota se encontraba para esa fecha en Nueva York y asumió la administración del periódico. El autor de Abdala lo designó, además, encargado de la oficina de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano (PRC).

Convertido en un “secretario muy efectivo de Martí en la organización de la Revolución”, a juicio de Manuel Lagunilla, el Maestro le dedicó un ejemplar de Versos sencillos, donde estampó: “(…) mi cubano de oro”. Para corresponder con ello, cuando Félix supo de su caída en combate el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, Oriente, se sumó a la expedición del general Enrique Collazo, que arribó a la isla por Matanzas en 1896.

Luego de permanecer bajo las órdenes del general José Lacret, fue a dar a la Ciénaga de Zapata; allí fungió como secretario de la prefectura de Los Guaos. Enfermo, falleció en dicho lugar el 1 de agosto de 1896.

Como uno de los Pinos Nuevos, su hermano Andrés, graduado de Cirugía dental, tampoco se sustrajo del huracán libertario. Ya en Tampa, resultó electo secretario del Liceo Cubano de la localidad, el que propuso a Martí como miembro de mérito en 1892. No menos significativa devino su condición de secretario del Cuerpo del Consejo Revolucionario del PRC, una vez creada la organización en la ciudad estadounidense.

Entre papeles amarillentos deben esconderse otros hechos y documentos que vinculen al Maestro con los hermanos Sánchez Iznaga; historia que, por cierto, queda en el tintero.

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