Jorge Luis Gómez: La escuela es mi medicina
Yo estaba sacando la cuenta de cuántos alumnos se han graduado bajo mi dirección en estos 43 años. Son alrededor de 250 alumnos por año. ¿Puede usted imaginar cuántas familias han pasado por mis manos?
Mis inicios en la educación fueron sorpresivos. Fue en el año 1974 o 1975 cuando pidieron una emergencia por la necesidad de profesores. Un profesor mío de español me dijo: «Vamos, vamos,» y me incorporé. Comencé como profesor de Física en la antigua secundaria José Martí.
Centros que ya no existen en el panorama educacional espirituano contaron con la sapiencia de Jorge Luis Gómez Pérez, quien asumió la dirección de colectivos educacionales siendo muy joven. Desde hace 30 años está al frente del proceso docente educativo en la ESBU Ernesto Valdés Muñoz de la ciudad de Sancti Spíritus. Por el amor que siente por los educandos, no deja de ser el primero en llegar al centro y el último en irse.
Jorge Luis Gómez . Foto: Escambray.
«Considero que hoy estamos viviendo situaciones muy difíciles en la sociedad y con la familia, así como con la cobertura docente. Tenemos que estar muy pendientes de evitar que existan incidencias para que la escuela funcione bien. Prácticamente hay que ser un mago porque hay déficit de profesores y hay un porcentaje de alumnos cuyos padres no están en Cuba.
Con los muchachos hay que estar al tanto porque la adolescencia es una edad fuerte. Nos gusta trabajar con ellos. Se habla mucho de la exigencia del ‘Chino,’ y eso es real. Soy exigente y me gustan las cosas bien hechas. Me gusta que en la escuela haya disciplina y organización. Una escuela que no esté organizada y disciplinada no es una escuela. Me gusta que los muchachos no falten sin justificación,» explicó Gómez Pérez.
La mayor satisfacción para Jorge Luis, después de más de 40 años en la educación, es el reconocimiento y el cariño de los alumnos que, aunque fueron intranquilos en la secundaria, lo aprecian mucho cuando se los encuentra en la calle.
Jorge Luis Gómez Pérez, conocido como «El Chino,» es imposible de olvidar. Su consejo oportuno, su mano amiga que celebra los logros, su carácter fuerte cuando la ocasión lo amerita y su sensibilidad, ahora empañada por los problemas de salud que ha enfrentado en los últimos tiempos.
«Para mí, la escuela es mi vida. Se convierte en una medicina, en un aliento. Me ayuda,» comentó Gómez Pérez. «Quiero que me recuerden como aquel director exigente, que quiere que sus alumnos salgan bien educados de la escuela, y que me vean como un ejemplo.»
Así lo recuerdan los alumnos, las familias, los educadores y la comunidad: un evangelio vivo que un día apostó por educar y hoy ha formado a generaciones de espirituanos.
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