Isabel Bécquer, la Profunda, y su pasión por el deporte

Isabel Bécquer, la Profunda, y su pasión por el deporte Isabel: Que yo no pueda tocar mi guitarra, eso ha sido mi muerte.

Escasos dos meses faltan para que se cumplan dos años del adiós definitivo a Isabel Bécquer, en su Villa Patrimonio de la Humanidad. El tiempo y los años parece que no han pasado detrás de los barrotes del viejo ventanal de Ia casona donde viviera la Hija Ilustre de Trinidad.

Pero no le vamos a hablar de la Profunda, conocida por ser un símbolo, y un monumento construido con su consagración a la música, y que a pesar de su fallecimiento el 19 de enero de 2024, la historia y sus recuerdos seguirán siempre nítidos, de aquellos años mozos en que practicó voleibol, y se desvivía por el deporte de las bolas y los strikes.

Quiso la historia que dos personajes de la Santísima Trinidad se unieran en la vida por una misma pasión, allá por la década de los años 40. Por entonces, el deporte del voleibol se practicaba sólo en instituciones privadas como la Escuela de Arte y Oficio, la Primaria Superior y el Colegio Privado «Venegas García».

Allí, de forma espontánea y sin orientación previa, el primer profesor de educación física de Trinidad, Pablo Mariano Esplugas Valladares y su esposa, la Dra. Elena Marta García Adlington «Nelys», iniciaron hace cerca de nueve décadas la práctica del deporte de los superreflejos en la Ciudad Museo.

Desempolvar historias sobre La Profunda nos acerca a una faceta poco conocida de este símbolo cultural de la Villa trinitaria. Por sus venas siempre corrió, además de la música, su atracción por el deporte de las bolas y los strikes, el cual inició su práctica en la Escuela de Arte y Oficio, allá por los años 47, por mediación de un profesor de educación física que impartía clases.

Rememoro estas facetas deportivas de Isabel, porque su vida estuvo siempre atada a su guitarra y a su talento, por lo cual recibió múltiples reconocimientos como la Medalla Raúl Gómez García, la Medalla por la Cultura Nacional y el Premio Único de la Artes que otorga la Asamblea Municipal del Poder Popular de Trinidad, entre tantos otros.

En una entrevista que me concediera hace cerca de tres décadas cuando trabajaba en el periódico Escambray, Isabel Bécquer, me comentó que en sus años mozos se desvivía por la pelota, pero al ser un deporte que, por entonces, sólo se lo permitían jugar y practicar a los hombres, inició la práctica del voleibol en la Escuela de Oficios junto a varias de sus compañeras.

Al llegar a la Escuela de Arte y Oficio de la Santísima Trinidad, Nelys García y su esposo Pablo Mariano Esplugas Valladares, el primer profesor de educación física que tuvo el municipio, y que se graduó en el Instituto Nacional de Educación Física «José Martí» de La Habana, el embullo de la juventud llevó a la Profunda a iniciarse en la práctica del deporte de la malla alta junto a María Salomé y Sara Herrera.

Y quiso la historia que Isabel Bécquer, defendiendo los colores de la Escuela de Arte y Oficio tuvo el honor de ganar un título a nivel nacional. Tras formar el equipo trinitario, las chicas jugaron voleibol en Sancti Spíritus, Cienfuegos, Santa Clara, así como en la capital de todos los cubanos, La Habana.

Una curiosidad de la práctica del voleibol en la Villa Patrimonio de la Humanidad que matizó esa época fue que al ser las mujeres menos tenían que desarrollar sus partidos enfrentando a un equipo de hombres, lo cual las llevó a elevar su nivel de juego, convirtiéndose en casi imbatibles.

Y recuerdo en aquella entrevista a Isabel que manifestó: “Nos rotábamos por toda las posiciones de la cancha de juego, pero donde más me gustaba era en la delantera, pegado a la net porque gozaba con saltar y dar “mis planazos”, como decíamos por entonces, y anotar puntos para el equipo.

Casi en la despedida de este coloquio, Isabel Bécquer, expresó: “quiero que mi pueblo de Trinidad conozca que fui deportista también, que me gustaba mucho la pelota, porque el voleibol lo practicaba en la escuela, pero cuando salía de allí, y habían juegos acá, iba corriendo, y si fallaba alguien, y me decían, Isabel coge aquí, me daban en el gusto, pero en aquella época sólo la podían practicar los hombres”.

Enamorada de su guitarra, la trova, y las piedras de su añeja ciudad, Isabel Bécquer, la Profunda, en sus casi nueve décadas de existencia, también tuvo dentro de sus grandes pasiones, un gran amor por el deporte.

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