Huelga: 50 años de una muerte cruel
Con José Antonio Huelga Ordaz, la muerte fue cruel. Con Sancti Spíritus también. A él le encontró en plenitud de su carrera cuando ya vestía traje de Héroe y de leyenda. Al pueblo, le cortó el privilegio de vibrar al compás de uno de los mejores brazos del béisbol cubano
Fue un accidente de tránsito en la carretera del Mariel en medio de la madrugada del cuatro de julio de 1974 el que le llevó su juventud y a su pueblo un ídolo. Por eso desde que la trágica noticia llegó por teléfonos, por radio o de boca en boca ya nadie más durmió entre el dolor y el pesar.
Entonces nadie lo creía. Un día antes, contó José Zamora, su amigo y compañero del equipo Azucareros, había hablado con él en los portales del cine Serafín Sánchez, de la ciudad espirituana, donde un aguacero enorme les impidió concretar otra noche de farras.
Según cuenta Zamora le propuso volver de La Habana por medio de un pasaje de ómnibus a través del INDER, pero Huelga escogió montarse en aquella máquina fatídica. Contó el Gallego Burgos, que Huelga iba en el asiento de atrás y quiso pasarse para adelante. Minutos después, unos cinco o seis, el vehículo se metía debajo de la rastra…”
Cuando pudo digerir la noticia, el azul como todos le dicen en los contornos espirituanos, hizo lo que casi todo Sancti Spiritus y se sumó a uno de los velorios más grandes vistos en la tierra del Yayabo. Fue en la Colonia Española cuyos espacios quedaron pequeños.
Todos lloraron al amigo y recordaron al Huelga de todos, en los constantes juegos de dominó en la casa de la Plazoleta Hanoi donde vivió hasta su muerte. Dicen que no le gustaba perder, cuando eso pasaba, cerraba la casa y nadie se podía ir hasta que él no ganara.
Y ante el féretro se recordó el espacio donde menos concebía un descalabro: en el box. Allí imponía su clase, su temple, su autoridad. Dicen que tenía el corazón en el medio del pecho y con él lanzaba en los momentos más duros.
De su coraje, hablan muchos, entre ellos Rigoberto “El Chopi” Rodríguez, quien compartió equipo y amistad con Huelga y recuerda un juego memorable. Según él regresó de la calle con unos tragos de más porque no estaba anunciado para lanzar. Pero Servio Borges le da la bola por Azucareros para tirarle a Mineros vs Roberto Valdés y Huelga le dice: “solo necesito diez minutos para descansar y veinte para calentar” Y salió, abrió y ganó.
Del choque del accidente se fue el cuerpo físico. Quedó el mito de una vida en la que, al decir de Servio Borges, su director en el “Cuba” varias veces, “contrastan lo breve y lo grandioso”. Le sobraban razones. En apenas siete Series Nacionales, lanzó 160 juegos, ganó 73 con 32 derrotas, propinó 722 ponches y compiló para un galáctico 1.50 pcl.
Quedó la hazaña que lo inmortalizó: la XXII Serie Mundial de Colombia, en 1970 cuando le ganó dos veces al equipo de Estados Unidos, una de ellas en la final para darle el título a Cuba y ganarse, en palabras acuñadoras del Comandante en Jefe Fidel Castro, el seudónimo de Héroe de Cartagena.
Por eso y por el halo de confianza y la seguridad de triunfo que inspiraba en los suyos, porque pedía la bola en momentos de apuro y caminaba como uno más sin sus grados de grandeza, Sancti Spiritus le lloró por dos días y le regaló una despedida merecida
Cuentan quienes la protagonizaron que te parabas en el paseo norte y mirabas para abajo hasta que las cabecitas se te perdían llegando al parque Serafín Sánchez y que al cementerio no le cabía una gente más.
Cincuenta años después, Huelga está en su zaga de hijos, nietos, familia. Queda en su estadio, en su estatua que bien merece recobrar sus colores a la altura del hombre que quebrantó la madrugada del cuatro de julio y aun sigue aquí, atragantado en el recuerdo y el corazón de su Sancti Spiritus.
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