Guerra del 95: Misiones de una agencia de espionaje

Guerra del 95: Misiones de una agencia de espionaje En varias ocasiones, Máximo Gómez resaltó la valía de la Agencia General Revolucionaria, de Comunicaciones y Auxilios.

En noviembre de 1897, el Generalísimo Máximo Gómez le encomendó al presidente de la Agencia General Revolucionaria, de Comunicaciones y Auxilios (AGRCA), José Pons y Naranjo, el agente Luis, la misión de facilitarle la salida de Cuba, con destino a Estados Unidos, al coronel del Ejército Libertador Fernando Méndez Miranda, portador de una voluminosa correspondencia, enviada a la dirigencia del PRC.

Cuando recibió la misión, el presidente de la AGRCA se hallaba en campo mambí, exactamente en el Cuartel General; donde conoció a Fernando Méndez. A mediados de diciembre, inició la operación clandestina.

“El señor Pons cumplió fidelísimamente el mandato, conduciéndome con extraordinaria habilidad por entre lugares ocupados por tropas españolas y sorteando cautelosamente el alcance de los fuegos de los fuertes enemigos hasta llevarme hasta la población misma de Caibarién”, relató de puño y letra el coronel mambí.

Ya en la ciudad villareña y para quitarse toda pinta de insurrecto, Méndez Miranda se afeitó, primero, y después, lo pelaron al rape. El 19 de diciembre, María Escobar, la agente Vencedor, lo acogió en su casa y preparó su viaje, a través del ferrocarril, a La Habana.

En la capital, José Pons aguardó por el coronel mambí, quien embarcó días después hacia la nación norteña.

Aparecido en Los escudos invisibles…, este constituye apenas un ejemplo de las tantas misiones orientadas a la AGRCA por el General en Jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez, quien aquilató siempre las funciones de estos agentes secretos.

El reconocimiento se tornó explícito en carta remitida al agente Luis el 21 de febrero de 1896 y, mediante la cual, les hace saber a los miembros de la agencia su “más espontánea felicitación por los grandes y arriesgadísimos servicios que están ustedes prestando (…).

“Las comunicaciones, seguras y fáciles que tiene esa Agencia, con los distintos cuerpos de nuestro ejército, es motivo de constante admiración y lo será de eterna gratitud de todos los cubanos amantes de la Independencia de Cuba”, escribió Gómez.

LEALTAD A PRUEBA

Concluida la Guerra del 95, los yanquis caminaban por La Habana como si estuvieran en Manhattan. La intervención estadounidense en la contienda hispano-cubana devino golpe maestro para secuestrar nuestra independencia.

Desafortunadamente, no todos los cubanos valoraron con acierto las reales pretensiones del Gobierno de Estados   Unidos. La Asamblea de Representantes del Cerro echó pie en tierra para que Máximo Gómez respaldara sus gestiones de obtener un préstamo de las arcas norteamericanas, ascendente a 20 millones de dólares, con miras a destinarlo al licenciamiento de los integrantes del Ejército Libertador.

El Generalísimo vio más allá que sus coterráneos. Apoyar aquella solicitud equivaldría, en la práctica, a darle a Washington las llaves del país. La Asamblea no toleró la actitud del añoso guerrero y lo destituyó de su cargo de General en Jefe del Ejército Libertador el 11 de marzo de 1899.

Al  saber de este acuerdo, Pons y Naranjo convocó urgentemente a los miembros de la AGRCA a una reunión en su casa habanera, ubicada en Águila, No. 34, y allí decidieron celebrar una manifestación de respaldo al Generalísimo con la participación del pueblo de la capital; llamado extendido al resto de la isla.

A pedido de la agencia, el Gobernador Civil de La Habana autorizó la protesta, que tuvo como epicentro la Quinta de los Molinos, lugar de residencia del jefe mambí.

Quizás, de regreso a casa y en la noche, el agente general Luis o, simplemente, José Pons y Naranjo, tomó de nuevo entre sus manos aquella carta que le envió Martí, fechada el 31 de enero de 1895 en Nueva York.

“Al fin felicito a Vd. por la fundación de la Agencia General Revolucionaria en esa ciudad —le asevera el Maestro—. Vuestra obra de organización ha quedado perfecta de San Antonio a Maisí. ¡Cuánto trabaja Vd. cuánto aún nos queda por hacer!”.

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Sancti Spíritus ,  

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