En Banao también «se cultiva» la obra educacional revolucionaria
Cuando en las mañanas la asistente en Estomatología Yaité Hernández Miranda deja a su hija Isabela en la Casita Infantil Floración de Esperanza, en el poblado rural de Banao, de la provincia de Sancti Spíritus, agradece desde su alma la iniciativa que posibilita a madres trabajadoras de los sectores de Salud y Educación, sobre todo, desarrollar una vida laboral y social sin preocupaciones.
Y entonces esboza la manera rápida en que la pequeña, de tres años de edad, aprendió colores o figuras geométricas, la facilidad adquirida para socializar con los niños desde su matrícula en el centro.
Esta es solo una de las familias beneficiadas con la casita infantil, abierta hace casi dos años con una capacidad para 40 infantes, el eslabón que desde hacía tiempo le faltaba a Banao, sitio enclavado en un escenario agrícola por excelencia, emporio de la cebolla y rico en cosechas de hortalizas, vegetales y frutales, y con una población que ronda las cinco mil personas.
Mirada retrospectiva
Pero la red educacional de la comunidad tiene su génesis a mediados de la década de 1960, cuando se afincó aquí el conocido Plan Banao, uno de los primeros programas de la agricultura soñados tras el triunfo de los barbudos, a partir de la idea del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Líder Histórico de la Revolución.
Un microclima peculiar apuntalaba la producción de cebolla y frutas exóticas y el poblado despuntaba en su desarrollo integral, que incluyó la apertura en 1967 del centro escolar Leoncio Hernández Lugo, conocido entonces como El internado, donde cursaron estudios hijos de ese lugar y de comunidades rurales aledañas, que de alguna manera combinaban docencia con labores agrícolas.
Hoy, más de 650 educandos de esa propia geografía, 125 de ellos internos, están en las aulas de Secundaria Básica y Preuniversitario de la institución que, al decir de Lisbet Pérez Gallo, su directora, resulta también una escuela para el perfeccionamiento del proceso de enseñanza y el quehacer metodológico.
Nuestros profesores, argumentó a la Agencia Cubana de Noticias, aportan conocimientos, experiencias y comparten las ideas renovadoras de especialistas en diversas materias y, a la vez, somos receptores de estrategias educacionales y acciones de comprobada eficacia desde las demás escuelas del Consejo Popular.
Es común que muchos de nosotros, dijo, hayamos sido en algún momento estudiantes de la «Leoncio Hernández Lugo» y eso fortalece el compromiso, con una comunidad descrita como cooperativa, activa, pendiente a cuanto haga falta.
Fortaleza educacional con nombre en mayúsculas
No hay una porción de la vida cotidiana de Banao en que falte la huella dejada por la Escuela Primaria Ignacio Agramonte, creada en 1986.
Con más de 500 alumnos matriculados -casi la mitad de ellos seminternados- y calificada como una fortaleza en el proceso integral de la educación y en el vínculo con la comunidad y las instituciones, organismos y entidades de la zona, esa instalación vive la peculiaridad de ser formadora de maestros.
Bien lo sabe Rosalí Pérez Vázquez, quien con 19 años y desde el mes de septiembre, asume un grupo de primer grado, con la responsabilidad y tranquilidad derivadas de tener a mano a los que en un momento de su vida fueron sus maestros.
Aquí realicé todas mis prácticas y siempre he contado con el apoyo incondicional de quienes ayudaron en mi formación y si hoy no le temo al aula y al proceso de enseñanza se lo debo a ellos, puntualizó la joven que ya en unos días comienza su superación universitaria.
Otros matices tiene la historia en Damarys Valdez, con un recorrido de más de 15 años como maestra y quien en la actualidad está al frente de uno de los locales donde comenzó a apoderarse del conocimiento, con profes que ahora son sus compañeros de trabajo.
Precisó que no hay orgullo similar a lo vivido por ellos; y el compromiso es mayor, aseveró, puesto que a diario vives esa experiencia de recibir a los niños de quienes ayer te acompañaron en la escuela.
Quizás por ello y por realidades similares, Ana Margarita Amaro siente que su quehacer como directora de la institución se hace menos complicado.
Somos una familia de más de 60 trabajadores, cada uno con su responsabilidad, pero preparado, presto a asumir cualquier necesidad ante la ausencia de un maestro, una auxiliar e incluso del personal administrativo, expuso.
Para esta mujer, que funcionen en el plantel educacional una veintena de proyectos institucionales de grupo, con mayor peso en la formación de valores, la protección y cuidado del medio ambiente, la creación artística, Salud y Pedagogía, habla a las claras de la consagración.
Es la convicción del colectivo de la responsabilidad en la formación de las nuevas generaciones, de llevar a la enseñanza siguiente educandos mejor preparados, un propósito donde tenemos a la familia como eslabón esencial, acotó.
Cuando en las mañanas la joven educadora de la «Ignacio Agramonte», Leidiana Cuéllar Oliva, deja también a su hija en la casita infantil, lo hace con la certeza de que la niña estará protegida y aprenderá con la guía de las que fueron sus compañeras de aula, por esa magia del sistema de enseñanza cubano, afincado en el escenario geográfico de Banao, donde,
además de la cebolla, las frutas y otras hortalizas, se cultiva el conocimiento.