Empuñadura de honor con las manos de la tierra (+ fotos)
En manos de Félix Álvarez Jiménez, un referente del campesinado cubano, la réplica del machete de Serafín Sánchez Valdivia, la más alta distinción que entrega el gobierno en la provincia espirituana, tiene honorable empuñadura.
Porque la mayor parte de sus 77 años de vida la ha dedicado al trabajo duro en la tierra, primero como parte de la enseñanza que le legaron sus ancestros al pie de una vega de tabaco, después porque encontró en ella la mayor fuente de riqueza
“Una de las cosas que me tiene vivo a mí es la tierra”, dice Félix y enseña ese amor que le brota desde dentro. “A veces cojo un pedazo de tierra, la beso y la beso, incluso le he dicho a amigos míos que han cogido buenas cosechas: mijo para por allí y cada rato dale un beso porque esa tierrita te saco afuera”.
Conocedor de todos los secretos que brotan del terruño, Félix Álvarez no entiende de tiempos malos ni de recursos que faltan. Su filosofía nace y crece del apego al surco o los animales que conoce de memoria. Por eso su ejemplo se ha irrigado más allá de los confines de su Cooperativa de Créditos y Servicios cabaiguenense Niceto Pérez donde por más de 60 años ha sido el mejor de los socios y maestro de productores de avanzada de toda la provincia.
“Yo pa arriba no miro, pa bajo, porque la tierra tiene que tener buena condición, buena preparación y buena semilla”, te dice y conoces parte de los atributos de este hombre que ahora empuña con méritos sobrados la réplica del machete de Serafín. Él ha escrito una trayectoria sin par en el sector anapista cubano, que le honró recientemente con el más alto de sus reconocimientos: la Orden 17 de Mayo, que resume todos los que antes ya acuñaban la estatura de su ejemplo: Vanguardia Nacional por 18 años sucesivos, distinción Antero Regalado, medalla Romárico Cordero.
El reconocimiento fue entregado por las máximas autoridades de la provincia en el acto en el que se honró la condición de Destacada lograda por Sancti Spíritus en la emulación Nacional por el 26 de Julio. Foto: Escambray.
Y entre todas resalta la placa metálica: “Si el hombre sirve, la tierra sirve”, una axioma que le queda justo a la medida a quien fuera el primer productor del territorio en aportar mil quintales de cultivos varios allá por el 2002, a quien no repara en regalar sus cosechas a los más necesitados, a quien entregar sus producciones al estado es casi un asunto de honor.
“Yo produzco para el pueblo, ve a las placitas que allí vas a comprar plátano, yuca y to lo que yo tengo aquí, en Sancti Spíritus conocen el plátano mío también, ese es un compromiso moral que yo tengo, hasta aquí me ha ido bien y ya lo poquito que me queda vamos a seguir pichando por ahí”.
Dice el mismo que ya murió una vez, cuando sufrió la pérdida de uno de sus hijos. Pero como los grandes guerreros se levantó otra vez por el amor a la tierra y a ese pedazo aun mayor que es su razón de ser.
“Yo he tenido que sacar fuerzas de donde no existen, si vamos a la verdad , espiritualmente yo estoy muerto, porque a mí me pasó una cosa muy grande que no lo supera nada, yo me morí..estuve tres meses muerto…pero después un día me acordé que mi papá una vez me dijo: hijo: tu mueres el día que te entierren y yo tengo tanto agradecimiento a esta Revolución porque ser quien soy se lo tengo que agradecer a esta Revolución y dije: “no, ¡qué va! Hasta que me muera le voy a aportar a la Revolución toda mi vida”.
En Félix Álvarez Jiménez, consagración, sencillez y modestia y sentido de pertenencia han de escribirse con mayúsculas. Por todo cuanto ha trabajado en su vida, este hombre pudiera atesorar millones, pero a él….”no me ha interesado eso nunca: ser millonario, hay quien es millonario sin tener millones y hay quien tiene millones y no es millonario, yo soy de los millonario sin millones”.
Foto: Cristóbal Álamo.
Así, con la misma estirpe del héroe que nunca dejó caer su machete, Félix Álvarez Jiménez sigue pegado a la tierra y al trabajo para rendir con sobradas razones el arma y la distinción que se honra de empuñar.
“Mientras respire voy a estar pegado a la tierra y quisiera, si la vida me lo permitiera, morir en la tierra, con los zapatos puestos como decimos”.
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