El síndrome del scroll infinito
Por estos días, no es raro ver a alguien en una cola, en una guagua o incluso en medio de una conversación, deslizando el dedo por la pantalla del móvil sin un objetivo claro. Se trata del fenómeno del “scroll sin sentido”, una práctica cada vez más común en la era digital que, aunque parezca inofensiva, revela mucho sobre nuestras carencias emocionales y sociales.
El término “scroll” hace referencia al acto de deslizar el dedo hacia arriba o hacia abajo en la pantalla para ver más contenido; pero cuando ese gesto se repite de forma automática, sin que haya un interés real en lo que se consume, estamos ante un comportamiento que va más allá del simple entretenimiento para convertirse en una forma de evasión.
En Cuba, donde el acceso a Internet ha crecido de forma significativa en los últimos años, este fenómeno también ha echado raíces. Las redes sociales como Facebook, Instagram, TikTok o X se han convertido en espacios donde muchos buscan distracción, conexión o llenar el tiempo muerto. Pero, ¿qué estamos buscando realmente cuando navegamos sin rumbo?
Según psicólogos y estudios internacionales, el scroll sin sentido suele estar vinculado a estados de ansiedad, aburrimiento o insatisfacción. En lugar de enfrentar el vacío —ya sea emocional, existencial o de ocio—, preferimos anestesiarlo con una avalancha de imágenes, videos y publicaciones que rara vez recordamos minutos después. Es una forma de “ruido mental” que nos impide estar a solas con nuestros pensamientos.
En el contexto cubano, donde las tensiones económicas, la migración de seres queridos y la incertidumbre del día a día son parte del paisaje cotidiano, no es extraño que las redes se conviertan en una especie de refugio.
Allí se encuentran memes que alivian, noticias que indignan, fotos que envidiamos y vidas que parecen más fáciles. Todo eso, en una mezcla que nos atrapa y nos hace perder la noción del tiempo.
Pero este consumo pasivo también tiene consecuencias. La sobreexposición a contenidos irrelevantes puede afectar nuestra concentración, alterar el sueño y, paradójicamente, aumentar la sensación de vacío. Además, al comparar nuestras vidas con las versiones editadas y filtradas de los demás, podemos caer en la trampa de la insatisfacción constante.
¿Qué hacer entonces? No se trata de demonizar las redes, sino de usarlas con conciencia. Hacer pausas, preguntarnos por qué estamos entrando a determinada aplicación, limitar el tiempo de uso o buscar contenidos que realmente nos aporten, son pequeños pasos hacia un consumo más saludable.
En definitiva, el scroll sin sentido no es solo un hábito moderno: es un espejo de lo que nos falta. Y quizás, al reconocerlo, podamos empezar a llenar esos vacíos con algo más que píxeles.
Fuentes: Revista Cubana de Psicología, Revista Juventud Técnica
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