El lamento de la ciudad

En la periferia de la ciudad, los basureros son eternos compañeros de la cotidianidad. Fotos: Oscar Alfonso Sosa.

La ciudad se lamenta. Una y otra vez. Lo hace en cualquiera de sus puntos cardinales. Y solo exige atención.

Pareciera que lo posible se hace más distante cada día, y entonces, entre el entramado de limitaciones reales, de ausencias de acciones puntuales, do organización, control y el desbordado afluente de la indisciplina social, la urbe espirituana hoy vive sus peores tiempos, si de higiene se trata, cuando la mirada va hacia los desechos sólidos.

Los supiaderos son un libro abierto a cualquier tipo de historias, no muchas enraizadas en sitios donde la conciencia lleva un poco más de suerte y la basura no pulula en el perímetro de ese sitio construido para colectar.

Para muchos, el supiadero no existe, pero está en sus narices y sin embargo, la basura anda por cualquier lado.

Pero muchas de estas historias duelen, duelen porque la indolencia está ahí, respirando cada día y dejando para todos la mortificación que va desde los desagradables  olores a basura putrefacta, hasta apacibles criaderos de mosquitos y roedores  y los más disímiles escombros.

No valen los lamentos de las carencias. Debe resurgir el empeño del deber, de la responsabilidad, de la conciencia.

Y junto a ello, el control.

En la ciudad, escenarios como este se multiplican.

Alguna vez Sancti Spíritus tuvo la fama de ser una de las ciudades más limpias del país. Rescatar las razones que la acreditaron no es imposible, porque al final el empeño lo decidimos todos, en cada barrio, reparto, en cada escenario donde vivimos, pensando, haciendo y cooperando.

Así, haciendo todo el tiempo, la ciudad guardará el lamento y la salud medioambiental y de la población estaría más segura.

Esta imagen demuestra que las realidades pueden ser distintas y mejores.

Donde hubo un vertedero hoy existe un buen basurero.

La imagen habla por sí sola.