El espejismo de las amistades por Instagram: ¿virtuales o reales?

El espejismo de las amistades por Instagram: ¿virtuales o reales?

En tiempos en que la inmediatez y la exposición pública marcan la pauta de las interacciones humanas, Instagram se ha consolidado como una de las plataformas más influyentes para socializar. Sin embargo, tras los filtros perfectos, los “me gusta” acumulados y los mensajes privados, se esconde un dilema profundo: el espejismo de las amistades virtuales y la tensión constante entre lo digital y lo real.

Instagram nació como un espacio para compartir fotografías y evolucionó en un escenario donde cada usuario construye una narrativa de sí mismo. Publicaciones cuidadosamente editadas, historias fugaces y reels que buscan viralidad han transformado las redes sociales en vitrinas de reconocimiento. En este contexto, las amistades nacen con rapidez: un comentario ingenioso, una reacción a una historia o un intercambio de mensajes puede convertirse en una relación que aparenta cercanía.

Para muchos jóvenes, estas interacciones generan la sensación de pertenecer a una comunidad amplia y diversa, donde se comparten intereses, estilos de vida y emociones; pero la facilidad con la que se construyen estos vínculos también abre la puerta a relaciones superficiales, sostenidas más por algoritmos que por empatía.

Uno de los grandes dilemas que plantea Instagram es la ilusión de intimidad. Seguir de cerca la vida de alguien —sus viajes, su desayuno, su rutina de ejercicios— da la impresión de conocerlo profundamente. No obstante, se trata de una cercanía unilateral, pues lo que se muestra es solo una parte seleccionada y controlada de la vida real.

Psicólogos y sociólogos coinciden en que este fenómeno puede derivar en amistades que, en apariencia, parecen sólidas, pero que carecen de las bases necesarias para perdurar fuera del espacio digital. En muchos casos, al trasladar la interacción a la vida real, surge un desencanto: lo que parecía afinidad se revela como un montaje de likes y mensajes efímeros.

No todo en las amistades virtuales es engañoso. En sociedades cada vez más interconectadas, Instagram ha permitido que personas con intereses específicos —desde el activismo social hasta la fotografía o la música independiente— encuentren espacios de encuentro y apoyo. Las redes han sido cruciales, por ejemplo, para quienes viven en lugares donde expresar ciertas identidades o pensamientos resulta difícil.

Pero la fragilidad de estas amistades radica en su dependencia de la plataforma. Una cuenta cerrada, un algoritmo que deja de mostrar publicaciones o una simple pérdida de interés puede terminar con un vínculo de meses en cuestión de segundos. A diferencia de las amistades tradicionales, que suelen sostenerse en experiencias compartidas, las virtuales se alimentan de interacciones mediadas por pantallas, fácilmente interrumpibles.

El espejismo de las amistades en Instagram también afecta la manera en que las personas experimentan la soledad y la validación social. Muchos usuarios confunden la cantidad de seguidores o mensajes con la calidad de sus relaciones, lo que conduce a una paradoja: mientras se sienten acompañados en el plano virtual, en la vida cotidiana enfrentan carencias afectivas.

Además, la comparación constante con las vidas aparentemente perfectas de los demás genera inseguridad. Esto impacta directamente en cómo valoramos nuestras amistades reales: se subestima el peso de una conversación cara a cara frente a la inmediatez de una reacción en línea.

Frente a este panorama, las amistades reales mantienen un valor incalculable. Son aquellas que resisten el paso del tiempo, que sobreviven a la falta de conexión a internet y que se construyen con gestos, miradas y experiencias compartidas. El contacto físico, las conversaciones sin pantallas de por medio y la posibilidad de resolver conflictos cara a cara son elementos que ninguna aplicación puede replicar con fidelidad.

El gran desafío actual no es elegir entre amistades virtuales o reales, sino aprender a diferenciar y equilibrar ambas. Las amistades nacidas en Instagram pueden ser valiosas si logran trascender la pantalla y consolidarse en la vida cotidiana. Al mismo tiempo, resulta esencial cultivar los vínculos tradicionales, que ofrecen una red de apoyo mucho más sólida y duradera.

La clave está en la autenticidad: identificar cuándo una interacción digital tiene potencial de convertirse en un lazo genuino y cuándo se trata solo de un espejismo construido por la lógica del algoritmo.

Fuentes: Cubasí, Juventud Rebelde, Alma Mater

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