El barco que nunca navegó en los mares de Trinidad

El barco que nunca navegó en los mares de Trinidad

Es un barco que nunca navegó en las aguas caribeñas que empapan el litoral trinitario, pero ha quedado como reliquia en la bahía de Casilda: allí posa desafiando tormentas, mareas crecidas, soportando los caprichos de la naturaleza: su vetusta armazón combina y hasta adorna el paisaje del entorno.

No es un barco de las historias inverosímiles de corsarios y piratas, tampoco de naufragios que han conmovido al mundo. No es un barco fantasma pero sacude la curiosidad de quienes navegan o bordean la ensenada sureña. Y es que el tiempo lo ancló para siempre.

“Ese barco lo trajeron a remolque hasta acá, no tenía motor, su traslado costó 33 mil pesos, el objetivo era hacer un centro de acopio porque tenía un congelador francés muy grande, inmenso y lo anclaron en el muelle pero un chubasco con viento lo movió hasta la parte de la ensenada donde encalló para siempre y con el paso del tiempo , se fue enterrando en el fondo y de ahí ya no hay quien lo saque”.

Desde la bahía de La Habana llegó la embarcación a estos lares, lo cuenta Francisco Martínez Ortega, que laboró durante 40 años en la Unidad Empresarial de Base PESCASILDA. Pancho escama, sobrenombre que no lograr arrancarse aún en su jubilación.

“Hace 18 años que yo me jubilé y desde mucho antes ese barco está ahí y poco a poco se fue desarmando y todo lo que tenía dentro, propela , timón, congelador, la gente se lo llevó , te lo repito, ese barco no hay quien lo saque de ahí ya”.

Lo dice Pancho escama quien fuera Jefe de flota, y del Centro de Acopio de Cayo Bretón , además dirigente sindical .Sus historias dan para llenar un saco como el que se repleta en tiempos de corridas.

El barco de mi historia es un adorno de ese pedazo de mar más bien sereno que bravío .Incontables amaneceres y puestas de sol le han sorprendido por años, pero sigue ahí, sembrado, quieto, presto a posar a cuanto lente se antoje de una instantánea.

El barco que hace historia en la bahía de Casida a pesar de su armazón de hierro y acero cede poco a poco al impacto del salitre, aunque todavía falta mucho tiempo para que se esfume definitivamente.

Por el momento, el barco que nunca navegó en los mares de Trinidad es oasis de la fauna marina, diversidad de peces con sus vivos colores adornan su entorno. Y es que en el fondo del solitario barco florece la vida.

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