El anfitrión de Martí en Tampa

El anfitrión de Martí en Tampa Nacido el 22 de mayo de 1846, Néstor Leonelo Carbonell fue una figura distinguida de la Revolución en Florida en la etapa de la Tregua Fecunda.

La Luna reluciente quedó ahogada por los nubarrones, que empapaban Tampa, colmada de emigrados españoles, cubanos e italianos, atraídos por las tabaquerías. Iniciaba la madrugada del 26 de noviembre de 1891, cuando sonó el último pitazo de la locomotora en el paradero ferroviario; y jadeando aún la máquina sobre los rieles, descendió el viajero del armatoste de hierro.

—¡Viva Martí!

Un copioso aguacero, también de aplausos y vítores, le daba la bienvenida al Apóstol de la independencia, y al pie del vagón, el espirituano Néstor Leonelo Carbonell y Figueroa.

“La madrugada iba ya a ser —¡bien lo recuerdo!— cuando el tren que llevaba a un hombre invencible, porque no lo ha abandonado jamás la fe en la virtud de su país, arribó, bajo lluvia tenaz, a la estación donde le dio la mano, como si le diera el alma, un amigo —nuevo y ya inolvidable— que descansó junto al arroyo al lado de Gutiérrez, que oyó a Joaquín Palma en las veladas de la selva, que montó a caballo al lado de Castillo”.

Era la voz del Maestro que miraba la gallardía de Carbonell, quien en su condición de presidente del club Ignacio Agramonte, y cumpliendo un acuerdo de la asociación, invitó al organizador de la Guerra Necesaria a un evento artístico y literario en esa urbe de Florida, a través de una carta remitida el 16 de noviembre.

“(…) con el alma henchida de gozo”, Martí acepta la invitación y le escribe en misiva fechada en Nueva York el día 18. “De lejos he leído su corazón, y desde acá he visto también el mucho oro de su alma viril, donde corren parejas la ternura con la luz. (…) ¿Es la patria quien nos llama? Obedecemos, pues, que de seguro ella nos alienta para algo grande”.

Tal convicción también le asistía a Néstor Leonelo, con 45 años entonces, quien ansiaba montar nuevamente sobre el lomo del caballo  —aunque sea en pelo—, como lo hizo el 6 de febrero de 1869, cuando, junto a sus hermanos, se levantó en armas contra la metrópoli en la finca Meloncitos y puso en jaque a las huestes españolas en el antiguo partido de El Jíbaro.

Hondísimas raíces poseían esos ardores patrióticos: su padre Eligio veía con malos ojos los desmanes de la Corona, y María de la Encarnación, la madre, de alta cultura, había leído mucho verso liberal venido de España y Francia.

Debajo de ese árbol familiar acampó, igualmente, el nieto Eligio, quien en una reunión del club Ignacio Agramonte, del cual era secretario, expuso la idea de invitar a Martí a Tampa, mientras otros integrantes apostaban por Manuel Sanguily, sostiene el historiador espirituano Mario Valdés Navia.

A inicios de la madrugada de aquel jueves 26 de noviembre, Martí recibió la bienvenida oficial en el Liceo Cubano, donde agradeció brevemente la acogida, y de allí partió hacia la casa de huéspedes, de cubanos simpatizantes con la causa independentista, localizada en la avenida 8, calle 13,  en Ybor City.

 

 

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