Dos «locos» en San Andrés

Dos «locos» en San Andrés Ridelandy Orellana Reyes "Ride" (izq) y Yudiesky Rojas Álvarez.

Hermanados por el mismo propósito: hacer parir la tierra en áreas de San Andrés, Yudiesky Rojas Álvarez y Ridelandy Orellana Reyes se sumergieron en lo hondo de la finca Pozo Profundo, de la Empresa Agroindustrial Sancti Spíritus, y en poco más de un año desafiaron las adversidades y a los incrédulos para convertirse en productores de avanzada.

“Ese es el brazo derecho mío”; así se refiere Yudiesky, usufructuario de la finca, a su inseparable amigo y productor, quien, a su vez, define: “Los dos somos iguales. Aquí no hay grados”.

Atrás dejaron un pedazo de terreno difícil en la comunidad de Paredes. Llegaron a una tierra que había pasado por muchas manos y en casi todas se había extraviado.

“No había nada ahí, todo estaba perdido”, asegura Yudiesky.

“Cuando llegué y vi esto, dije: Lo que estamos es locos», afirma y sonríe Ride, como le conocen en la comarca.

«Cuando empezamos que mandaron los tractores para acá a preparar las tierras y las cosas, aquí el Don Carlos tapaba los tractores, esto estaba en llamas. Tuvimos un tiempo aquí que dijimos: Nos vamos».

Pocos meses después de llegar, de la finca Pozo profundo comenzaron a emerger producciones de la mano del trabajo y la terca unión de estos dos hombres: “Y la limpiamos a machete, estamos trabajando poniéndoles el pecho a las cosas desde el primer día que se siembran hasta la cosecha», ilustra Yudiesky.

Mientras, Ride aclara: “No, yo dije que estaba loco, pero sabía que había cosas para hacer cosas. Y poco a poco fue saliendo adelante. Muchas personas nos dijeron: ‘Eso es por gusto, no van a hacer nada porque ahí todos los años se pierden las siembras’; y dijimos: Vamos a demostrar que sí se puede, que si el hombre sirve la tierra sirve, e hicimos cosas grandes, entre ellas que sembramos 35 mezanas de tomate palizado”.

“Poco a poco hemos ido haciendo cosas. Donde lleva 10 sacos de abono echamos cinco o tres, por las buenas tierras. No es lo mismo estar en una finca donde si no echas el fertilizante que lleva no se dan; aquí, con cualquier cosita ya se dan. No tenemos problema con el agua tampoco”, dice Yudiesky.

“Nosotros decimos: Somos porfíaos, vamos a meterle. Vamos a hacerlo para demostrar que sí se da. Y se dio el tomate, se dio la papa, el frijol con tremendo rendimiento: con un saco de semilla, cogimos 88 quintales, y eso que le faltó el agua”, puntualiza Ride.

Y Yudiesky ratifica lo de la unión: “Desde que llegamos aquí somos dos y a trabajar con los obreros y con todo el mundo y a hacer cosas».

No sin tropiezos, varios cultivos han florecido en los arrabales de San Andrés en Sancti Spiritus: maíz transgénico, plátano de diferentes tipos, tomate, frijoles, todo con destino al Estado; una casa de posturas…

“El destino del tomate estuvo enredado porque era mucha cantidad y fue la avalancha aquella que hubo el año pasado, se nos dificultó para la venta, pero bueno, al final le dimos a la industria casi 1 000 quintales”, expone Yudiesky, a lo que reafirma Ridelandy: “Eso aquí daba ganas de llorar, se podrían maduros en las matas, no había comercio para eso. Y entonces un poquitico por aquí, un poquitico por allá y regalamos, hicimos puré, se pudrieron no sé cuántas toneladas, pero siempre tuvimos ganancias”.

Expone Yudiesky que de su finca salió casi todo el frijol que sustentó la venta liberada controlada que se hizo en la ciudad de Sancti Spiritus y hasta en Trinidad: “Tenía 5 toneladas de plan y entregamos 14. Por lo menos del municipio de Sancti Spiritus fui yo el que sacó la  cara. Lo nuestro es con el Estado: Frutas Selectas, Acopio, granja urbana, la industria, la minindustria. El problema es que estamos trabajando desde hace años con el Estado y siempre nos ha gustado”.

Lo que hicieron para garantizar el riego ilustra cómo fue que le pusieron el pecho. Al decir de Ride, “no había nada hecho. Los enrollados estaban en el taller en la empresa, las tuberías, el pozo aquí en la finca. Decidimos limpiarlo y eso llevaba 30 y pico de años sin limpiarse. Nos metimos ahí, lo limpiamos de locura con una retro, después nos metimos por un tubo que casi ni cabíamos. Todo el mundo agachado, siete u ocho gente con guataca para picar, uno jalaba para aquí, otro para atrás, como  si fuéramos indios y lo hicimos”.

Como a casi todos los productores agropecuarios, a ellos se le escasean los recursos y el bolsillo enfrenta los altos precios para comprarlos. Los pagos no siempre llegan a tiempo y la bancarización les traba todo. Mas, en medio de un monte lejano imponen sus ganas y su trabajo para producir y, de paso, responder a los escépticos.

“Se han ido callando, se han ido callando”, dice Ride, refiriéndose a estos últimos, y a seguidas Yudiesky habla de planes: “Queremos buldocear todas esas tierras para incrementar otros cultivos: arroz, malanga, boniato porque estamos tratando de que todo salga de aquí porque estás cerca de lo tuyo, viendo todos los días las cosas cómo son y organizando lo mejor posible para que salga bien lo que uno hace”.

Perdieron tomate por cantidades, miles de mazorcas de maíz fueron azotadas por los vientos, han tenido dudas, ganas de dejarlo todo, pero Yudiesky y Ridelandy tienen su propia máxima.

“Sí, un viaje quisimos irnos porque las cosas no salían, eran unas llovederas y dije:  ¡Qué va!, pero me quedé porque uno es porfiado y a uno no le gusta perder”.

La fórmula para salir de trances como este la explica Ride: “La suerte es que cuando uno está deprimido el otro, dice: Oye, vamos a meterle”.

Como productores de avanzada, tienen el apoyo de la Empresa Agroindustrial Sancti Spíritus, que los protege con algunos insumos. También una tierra que para Yudiesky “no tiene rival”; pero la mayor hondura de Pozo Profundo es el apego de dos hombres de 41 y 39 años, Yudiesky Rojas Álvarez y Ridelandy Orellana Reyes, quienes han encontrado en el trabajo en el campo un motivo de vida.

“A nadie le gusta el campo. Yo quisiera estar en Sancti Spíritus, tomando cerveza, no sé, de pinchín. A nadie le gusta estar aquí, mira cómo estamos nosotros: sudados a media mañana, pasando trabajo con esto y con lo otro, ahora mismo se cayó el maíz y cuánto perdemos ahí. A nadie le gusta eso, pero si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer? ¿Quién le va a dar la comida al pueblo? Nos tocó a  nosotros”, sentencia Ride.

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