Cultura espirituana: ¿ajena a los apagones?

Cultura espirituana: ¿ajena a los apagones? A la izquierda, el Teatro Principal, majestuoso y desafiante. Foto: Oscar Alfonso Sosa.

Defender a capa y espada que en Sancti Spíritus no hay un apagón cultural en tiempos en que el servicio eléctrico es casi un lujo se convierte en una de las más grandes expresiones de compromiso del gremio artístico y los trabajadores del sector con su pueblo.

Lograrlo ha exigido redoblar esfuerzos, acomodar las programaciones a los horarios con corriente, adaptar las propuestas a las realidades de cada contexto; acciones todas que resultan frutos también de la creatividad.

Y quizá el más claro ejemplo se demostró hace muy pocas horas, cuando estudiantes de la carrera de profesor-instructor de arte llevaron a escena la obra Pero habrá señales…, bajo la dirección general del experimentado teatrista Jose Meneses.

Esos muchachos de solo 17 años, además de alternar la preparación de la misma con sus clases, aprendieron a trabajar en condiciones totalmente ajenas a lo aprendido en la academia, con celulares como sus mejores luces y la música escuchada mediante equipos no profesionales.

A pesar de todo ello y de atravesar en plena oscuridad toda la ciudad, tras la culminación de cada riguroso ensayo, han logrado materializar una propuesta necesaria y con buena estética.

Por supuesto, una obra de teatro no implica el derroche de recursos de un evento como, por ejemplo, el que se alista en Fomento en los próximos días: el Festival de Teatro de Aficionados Olga Alonso. A sus decisores, con el acompañamiento del Partido y del Gobierno, les corresponde, ante todo, diseñar cada uno de sus momentos con los pies puestos en el actual contexto.
¿Derrochar? ni en sueños. Habrá que explotar los mínimos recursos con pensamiento, coherencia y mucha unidad entre todos los factores.

Negarse a la realización de encuentros como esos tiene que ser la última opción de este país, aferrado siempre a mantener la cultura como su mejor escudo y espada. De ahí que en estos tiempos tan convulsos se haya apostado por la realización de la Feria Internacional del Libro en La Habana, a pesar de que de año en año son menos los títulos que salen con sello nacional y que a casi todo el país le resulta imposible conocer las noticias que genera el suceso editorial más importante en Cuba.
Ha dado mucho de qué hablar en redes sociales dicho evento y otros muchos.

Cada quien alude desde sus experiencias con argumentos sobre si resulta atinado o no materializarlos. Pero, antes de emitir cualquier criterio, recordemos que la historia de la humanidad nos ha enseñado que, junto con el plato en la mesa, los seres humanos también necesitan de la espiritualidad.

Por supuesto, no vivimos el mejor momento para ser el país de los eventos. Vuelvo a la idea inicial de este comentario: corresponde atemperar cada propuesta a las realidades de sus contextos, salir más fuera de las instituciones, generar espacios con el mínimo de recursos; conscientes de que, incluso, con cada adaptación se lacera uno de los elementos fundamentales de los procesos culturales: la formación de los públicos, porque se pierde la regularidad de las presentaciones.

Hoy eso es una realidad que preocupa y ocupa.

Como también sucede cuando se pone en las mesas de preparación la más mínima acción porque no son horas para darse el lujo de improvisar y, mucho menos, hacer por cumplir cifras. En tiempos convulsos como los actuales corresponde más que nunca salvarnos con la cultura y desde ella.

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Cultura,  Noticia,  Sancti Spíritus

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