¿Cuánto incide en Sancti Spíritus la contaminación sonora causada por vehículos automotores?
Las calles estrechas y coloniales de Sancti Spiritus se enfrentan a un enemigo invisible pero, letal: la contaminación acústica generada por vehículos.
Este fenómeno, agravado por la configuración urbana que amplifica el eco, no solo altera la tranquilidad, sino que representa un riesgo grave para la salud física y mental de sus habitantes.
¿Es justo que los espirituanos deban sacrificar su tranquilidad a causa del ruido vehicular? ¿Cuánto tiempo más podemos ignorar los efectos negativos del ruido en nuestra salud y calidad de vida? Es aceptable que las calles, en lugar de ser espacios para el disfrute comunitario, se conviertan en fuentes de estrés continuo.
Aunque jamás haya escuchado de tales elucubraciones, coincidirás conmigo en que la convivencia diaria con el ruido es hoy un reto.
Las calles sinuosas y el tránsito incesante de vehículos exponen a los habitantes a una contaminación sonora que va más allá de la simple molestia.
Se trata de un factor de riesgo que afecta la calidad de vida y la salud de la población.
El Teniente Coronel Yester Reyes Marrero, especialista de la Policía Nacional Revolucionaria en la provincia, confirmó que se han impuesto multas, especialmente en los municipios de Trinidad y Sancti Spiritus, aunque reconoció que resultan insuficientes para frenar el avance del ruido.
Asimismo, señaló que la PNR carece de tecnología para determinar si un vehículo, en especial una motocicleta, supera los niveles de decibeles permitidos según la Ley 109 de Vialidad y Tránsito.
Además, agregó que la mayoría de las motocicletas que ingresan al país a través de la Aduana General de la República no poseen silenciadores, lo que agrava aún más el problema en un entorno ya saturado de ruido.
Esta situación evidencia una brecha en la regulación y control del ruido vehicular que se suma a la precariedad de las infraestructuras urbanas diseñadas para mitigar la contaminación acústica.
La Organización Mundial de la Salud advierte que la exposición prolongada a ruidos superiores a 65 decibelios puede causar estrés, insomnio, hipertensión e incluso enfermedades cardiovasculares.
En Sancti Spiritus, el tráfico de vehículos con escapes modificados, motocicletas sin silenciadores y camiones que transitan por vías no diseñadas para su carga sonora bien pudieran elevar los niveles de ruido hasta 90 decibelios en ciertos puntos.
Por si esto fuera poco, la arquitectura colonial, con sus calles angostas y edificaciones cercanas, actúa como un cañón acústico que multiplica el impacto del ruido.
Este fenómeno se agrava con prácticas como el uso de bocinas excesivas o vehículos en mal estado, comunes en zonas urbanas cubanas.
Tampoco es menos cierto que a veces, en Sancti Spiritus, las denuncias ciudadanas chocan con respuestas burocráticas, como recomendar a los afectados cerrar ventanas o usar materiales improvisados para aislar el sonido, una situación que contrasta con medidas adoptadas en otros países.
Sin embargo, la falta de una planificación integral y la poca inversión en infraestructuras de mitigación hacen que el problema persista, mientras la vida cotidiana se transforma en un constante zumbido que desgarra la calma y compromete la salud pública.
Las soluciones deben ser integrales y multidisciplinarias.
Además, la instalación de barreras acústicas, el fomento del transporte público y el uso de vehículos eléctricos representan estrategias efectivas para reducir la intensidad sonora.
La contaminación sonora en Sancti Spiritus no es solo una molestia, sino una amenaza silenciosa que erosiona la calidad de vida y la salud pública.
Como bien señaló cierto vecino, el ruido no es cultura, es violencia.
En fin, que el silencio de nuestras calles y la vida de quienes las habitan dependen de acciones decididas hoy.
Mañana pudiera ser tarde.
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