Cuando las yerbas ensombrecen el descanso eterno
La yerba amenaza con seguir invadiendo espacios en el camposanto. Fotos: Oscar Alfonso Sosa.
Los ojos pierden la distinción de las líneas de las bóvedas. Los huesos se estremecen en las tumbas por una cobija verde inquietante, que amenaza la quietud del espacio asignado para el descanso eterno.
La mujer, con las manos preñadas de flores y las lágrimas recorriendo el rostro, revela el dolor. No por la pérdida que tuvo, pero sí por tener que pasar por sobre las tapas de los sepulcros para llegar al lugar donde sus padres fueron sepultados.

El famoso palo blanco aparece en cualquier sitio del escenario.
La yerba les ha tomado la delantera a los pocos brazos que allí, en el cementerio municipal de Sancti Spíritus, no pueden con tanta maleza acumulada. Y de no pocas familias, también, el espacio sagrado siente la ausencia.
Llueve, la temperatura es alta, el famoso palo blanco se multiplica en casi todo el escenario del camposanto. El yerbazal robustece.

El yerbazal toma fuerza cada día que pasa.
Después de la muerte, donde la vida debe comenzar a ser luz, refiere un proverbio bíblico, la sombra cobra fuerzas, allí, en la barriada de Kilo 12, en el cementerio municipal de Sancti Spíritus.

Difícil situación atraviesa el sitio para el reposo eterno.

Así se muestra el escenario, en casi su totalidad.

La escena duele, es triste, pero ahí está.

La imagen revela ausencias, de trabajo, de la familia.

Las yerbas ensombrecen el descanso eterno.

Después de la muerte, donde la vida debe comenzar a ser luz, la sombra cobra fuerzas.
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