Cuando las manos acarician el mejor aroma
A la distancia el aroma llega, golpea entre la brisa, se presenta inconfundible.
La fábrica es todo ajetreo, no hay murmullos, solo el sonido propio que llega de cada puesto de trabajo, desde donde varios quehaceres conspiran a favor de torcer el mejor tabaco, ese que en diversas latitudes habla de Cuba.
Pero antes de que la hoja llegue al torcedor, todo un proceso de selección de materia prima se torna como el imprescindible, sobre todo, por la responsabilidad, pues es allí donde se le da continuidad a lo que el veguero sudó en las plantaciones.
El proceso de selección de la materia prima, vital en aras de lograr habanos de alta calidad.
Y también porque es desde allí desde donde se comienza a desandar el último tramo del procesamiento para revelar las vitolas que muchos degustarán y que aportarán al fortalecimiento de la economía y al prestigio del tabaco cubano, ese que lleva el cuño, del mejor del mundo.
En cada fábrica, esta escena es reiterada.
Manos de mujer aseguran materia prima de calidad para el torcido.
Escena que matiza la cotidianidad en una fábrica de tabaco.
Desde la más modesta de las fábricas, el mejor tabaco cubano explora el mundo.
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