¿Cuál es el color cubano?
En la historia de la humanidad, los colores han funcionado como símbolos cargados de historia, emociones y cultura. En el caso de Cuba, un país que vibra con una energía singular, elegir un solo color para definir su esencia podría parecer tarea imposible. Sin embargo, hay un consenso tácito que emerge entre la gente, el arte, la arquitectura y la memoria colectiva: el azul es el color cubano.
Cuba es un archipiélago, y como tal, el mar no es solo parte de su geografía, sino un componente emocional de su identidad. El azul del Caribe que la abraza tiene una presencia omnipresente en la vida de los cubanos: por él llegaron los colonizadores, los esclavos africanos, los piratas y los exiliados; por él también se han marchado miles de cubanos, dejando atrás su historia, buscando un futuro distinto.
El mar, con su azul profundo y cambiante, representa ese vaivén constante entre quedarse y partir, entre amar lo que se tiene y soñar con lo que se desea.
Cuando uno camina por el malecón habanero en una tarde de octubre, o se pierde en las calles de Trinidad, o contempla el amanecer desde un cafetal en Santiago, hay un cielo que domina el paisaje: amplio, sereno, a veces tormentoso, pero siempre azul. Ese cielo cubano ha sido testigo de revoluciones, canciones, amores y despedidas. Ha inspirado a poetas, pintores y fotógrafos que han capturado su tono particular, siempre más brillante tras una lluvia tropical.
El cielo azul cubano también es metáfora de la vastedad del pensamiento, de la capacidad de soñar incluso en medio de la escasez. Es símbolo de lo intangible que todavía resiste en el imaginario colectivo.
Cuba lleva igualmente el azul en su estandarte. Las tres franjas de la bandera representan los antiguos departamentos en que se dividía el país durante la colonia española, pero más allá de lo administrativo, esas franjas simbolizan también la unidad de un pueblo que ha sabido resistir la adversidad con firmeza.
Ese azul, junto al blanco y el rojo, flamea con orgullo en cada escuela, en cada acto cívico, en cada balcón patriótico. Es un azul sobrio, institucional, pero también cargado de emoción. Muchos cubanos han crecido dibujando su bandera con crayones de ese tono, aprendiendo desde niños que ese color también representa libertad, soberanía y lucha.
En el arte, el azul ha sido utilizado por maestros como Wifredo Lam, René Portocarrero o Amelia Peláez para expresar tanto la espiritualidad afrocaribeña como la complejidad social de la isla.
A pesar de los pesares, el azul en Cuba no es un color triste. Es también sinónimo de resistencia alegre, de creatividad en la escasez, de “resolver” con ingenio lo que parece imposible.
Si bien sería injusto reducir la identidad cubana a un solo matiz —porque en Cuba hay verde palma, rojo pasión, amarillo sol, blanco pureza—, el azul se eleva como el color que mejor sintetiza su historia, su geografía y su espíritu. Azul como el mar, como el cielo, como la bandera. Azul como la nostalgia, la esperanza y la alegría de un pueblo que, aún en la incertidumbre, sigue mirando al horizonte.
Fuentes: Cubahora, Cubasí, Juventud Rebelde
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