Congreso pospuesto y las rutas del reunionismo

El IX Congreso del Partido Comunista de Cuba previsto para el 2026 ha sido pospuesto. Al margen de las lecturas que desde cada bando se le dé a la decisión, de ella prefiero ver lo que cada cubano debería leer de uno de sus mensajes esenciales.

Asidos a la letra del documento aprobado en el XI Pleno del Comité Central del Partido, lo medular está en las razones de tal posposición  y cito: “resulta aconsejable posponer la realización del IX Congreso para una fecha posterior y consagrar desde ahora todos los recursos con que cuenta el país y el esfuerzo y la energía de los cuadros del Partido, del Gobierno y el Estado a resolver los problemas actuales y dedicar el 2026 a recuperarnos en todo lo que sea posible”.

Si lo que es el evento más importante del país, el que traza y evalúa la estrategia de una nación entera,  puede posponerse, Cuba debería replantearse la misma decisión para todos los sectores y decretar una moratoria nacional  para paralizar el exceso de eventos y reuniones. que ahogan mucho más al país.

Es más,  debió hacerlo desde hace rato,  desde que la economía cubana y la vida cotidiana de la gente se ha resentido de la crisis general que nos afecta. Tantos eventos y reuniones al mismo tiempo, además del impacto negativo en los gastos, a veces dan la imagen de que no pasa nada o que no tenemos ningún problema cuando Cuba se desangra por todas partes.

Al exceso de reuniones y la necesidad de eliminar o al menos mitigar el reunionismo se han referido incluso los Congresos del Partido, las sesiones del Parlamento, y poco o nada hemos avanzado.

Pero hoy es asunto de sobrevivencia nacional. Las reuniones y eventos, aunque se sostengan  con los presupuestos de cada organismo o sector, demandan combustible, transporte, electricidad y comida, para mencionar cuatro indicadores claves. De todos ellos carece el país y si de lo poco que tenemos hay que quitar para sostener este tipo de prácticas que muchas veces nada resuelven, entonces queda menos para resolver al menos parte de los problemas que tenemos en todos los ámbitos.

Está claro que suspender reuniones no devolverá al país la solvencia que precisa para dar respuesta a las demandas insatisfechas en todos los sentidos pero,  sin dudas,  debe aliviar cargas financieras porque todo, o casi todo sale de la misma economía: el combustible, la comida, la energía.

Si un día alguien dedicara una investigación a evaluar el gasto de dinero y recursos que dilapidamos en el eventismo, quizás tengamos una noción de cuanto malgastamos en un país que no se puede dar el lujo de gastar lo que no tiene cuando vive casi a oscuras hace meses, no ha podido ni cubrir algo tan primario como su canasta básica o su cuadro elemental de medicamentos o no tiene ni con qué recoger la basura.

A todo ello habría que agregar el problema de salud que hace rato ahoga al país con las llamadas arboviroris que mantienen enfermos e impedidos a una buena cantidad de población, en una cifra que desborda las estadísticas oficiales del Ministerio de Salud Pública.

Con objetividad meridiana, el presidente cubano Miguel Díaz Canel, resumía parte de lo que ha distinguido a la economía este 2025: el  PIB decrece más de un cuatro por ciento, la inflación se dispara, la generación térmica es crítica, los precios se mantienen altos, se incumple la entrega de los productos normados y las producciones agropecuarias y la industria alimentaria no satisface las necesidades de la población.

Si el Congreso del Partido se pospuso, en lo que considero una medida oportuna, sensata y aterrizada en la realidad de Cuba, todo puede esperar para después.

La propia pandemia de la covid 19 nos obligó a confinarnos y a eliminar los eventos presenciales. En más de dos años el país siguió, entre las verdes y las maduras e incluso buscó la alternativa de los eventos virtuales, que no se sabe porqué se han perdido después a pesar de que es una práctica, que siempre que los apagones y la conexión lo permite, resulta viable y sobre todo ahorrativa. La sesión del Pleno, concentrada en un solo día y realizada por videoconferencia, dejó una lección en tal sentido.

Y está lo otro. La energía y el esfuerzo de los cuadros tal como lo dice la propuesta de Raúl, deben consagrarse a resolver todos los problemas que tenemos. Hoy no es menos cierto que esa energía y esfuerzo a veces se desgasta en reuniones y les resta tiempo para tocar en los lugares cada problema con la mano, sin mencionar el hecho de que a veces de una convocatoria a otra se repite lo mismo,  y las dificultades las más de las veces se agudizan.

El propio presidente Miguel Diaz Canel Bermúdez, lo dijo son medias tintas en el XI Pleno: por todas partes emerge la crítica al exceso de reuniones que no resuelven nada.

Eso sin dejar de mencionar otra práctica nociva del eventismo y el reunionismo cuando son convocatorias generalistas. Muchas veces diversos cuadros del mismo centro de trabajo va cada uno en su carro, algo que no solo implica malgasto de combustible, sino que daña la imagen del propio país cuando muchos no ven con buenos ojos las largas filas de vehículos fuera de un local mientras por ejemplo no hay transporte público o ciudades y campos viven a oscuras.

No es tampoco una cruzada contra las reuniones, pero ciertamente en un país que está en guerra económica, lo poco que tiene debe enfilarlo al flanco principal de la batalla que es aliviarle la existencia a sus ciudadanos en indicadores que deciden su calidad de vida, que es como decir todo.

Habrá que determinar cual evento o reunión es imprescindible, impostergable cual puede autofinanciarse sin comprometer demasiado las finanzas y recursos colectivos o nacionales pero, la ruta que trazó la postergación del IX Congreso del PCC debe ser imitada por la Cuba, que precisa respirar diferente en el 2026.