Café de año nuevo
Poco a poco los granos van secando, para pronto hacer la delicia del paladar. Foto: Oscar Alfonso Sosa.
La brisa de la montaña arrastra su aroma, tierno, suave y provocador.
Llega desde cada escenario del lomerío, de las plantaciones que revelan los cerezos rojizos a punto de cosecha, desde los secaderos guajiros, desde el pilón, la cocina de leña y el colador de tela.
El néctar, con su apariencia oscura y el peculiar perfume que despierta al más duro de los olfatos y tienta los paladares, se muestra presto, entre las bondadosas manos campesinas que han criado y visto crecer el cafetal.
Es como un regalo que hace distinta la cotidianidad rural, donde el café es motivo y razón, es raíz en tierra viva, verdad guajira.
Así se muestra este café de año nuevo.

La escena es cotidiana por esta fecha en el lomerío y en los parajes rurales donde el café crece. Foto: Oscar Alfonso Sosa.

Del campo al secadero. Foto: Oscar Alfonso Sosa.

En los pilones, a la antigua, los granos secos se desnudan. Foto: Oscar Alfonso Sosa.

Granos desnudos, después de tostados, se muelen para elaborar el delicioso néctar. Foto: Oscar Alfonso Sosa.

A la antigua, el aroma y el sabor seducen. Foto: Oscar Alfonso Sosa.

Colada guajira de café de año nuevo. Foto: Oscar Alfonso Sosa.

El café es como un regalo divino, que baja de la montaña y atrapa el paladar ansioso. Foto: Oscar Alfonso Sosa.
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