Alberto Delgado: Hombre sin miedos

Alberto Delgado: Hombre sin miedos Alberto Delgado Delgado, el agente “el Enano” del Ministerio del Interior.

A los pasajeros del vuelo Santiago de Cuba-La Habana les ofrecieron una excusa de rutina. La nave no acaba de despegar, luego de su escala en el aeropuerto de Camagüey. Algunos se inquietan. Ymeldo Delgado sube de dos los peldaños de la escalerilla; no ha tenido tiempo de reparar que será la primera vez en que ponga los pies en un avión. Son cerca de las dos de la tarde del 29 de abril de 1964. Se encienden los motores. El aparato busca el horizonte; a Ymeldo aún le martillea en la cabeza la noticia que hace unas tres horas recibió allá, en Punta Alegre, Morón, por miembros de los Órganos de la Seguridad del Estado.

—Tu hermano Alberto tuvo un accidente.

Ymeldo mira por la ventanilla; las nubes pasan sumisas, los recuerdos regresan con impaciencia. Vuelve la imagen de aquel bohío en Ojo de Agua, colonia Cabezada, a unos tres kilómetros de San Pedro, Trinidad, donde nacieron los seis hermanos: Guillermina, Alberto, Juan, Macrina, Elena y el propio Ymeldo.

Allí, donde ni las lechuzas salían en la noche, los hijos supieron cómo sus padres Abel y Nieves, con escasos bártulos, salieron de Caibarién y levantaron el rancho en el lugar. Abel se le había metido entre ceja y ceja a la Guardia Rural por sumarse a una huelga obrera. Para ese entonces, inicios de la década del 30 del pasado siglo, él era superintendente en una compañía de ferrocarriles, encargada de la línea norte (Santa Clara-Nuevitas).

Embelesados también se quedaban Alberto, Juan e Ymeldo, cuando el padre y su amigo canario José Martín García, quien nunca se separó de la familia, les contaban sus aventuras de polizones en un barco para llegar a puerto cubano. Era 1917 y huían del Servicio Militar en las Islas Canarias. A falta de juguetes, les regalaban a los muchachos aquellas historias nacidas entre el hambre y las montañas de Villa de Arico, Santa Cruz de Tenerife.

Esos relatos asaltan a Ymeldo, ahora en ese avión, que se sacude por cierta tormenta breve. Rato después, una voz advierte del pronto aterrizaje. La Habana alza sus edificios. Y la frase lo vuelve a despabilar: “Alberto tuvo un accidente”.

La aeronave apaga los motores. El hombre aviva el paso; a su encuentro, en el aeropuerto, van, entre otros, “Freddy”, el oficial de la Seguridad que atendía a su hermano:

—¡Coño, compadre, lo mataron!

Era el 29 de abril de 1964. Para esa fecha, Alberto DelgadDelgado, el agente “el Enano” del Ministerio del Interior, había desarticulado dos de las más connotadas bandas terroristas que operaban en el Escambray.

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