A 65 años del crimen de La Llorona

A 65 años del crimen de La Llorona Monumento a los mártires de La Llorona en Cabaiguán. Foto: Radio Cabaiguán.

En la arboleda de la finca El Arriero estaba a punto de completarse una cacería humana aquel 10 de agosto de 1957, cuando las armas batistianas empezaron a rastrear la copiosa mata de aguacates en busca de las siluetas de Beremundo Paz y Vitalino Calero, quienes esperaban por la ayuda prometida e intentaban salir del cerco.

No medió orden de arresto alguna; de la cima del árbol se desplomaron los cuerpos de los jóvenes, previa delación que elevó a ocho los asesinados tras el intento del alzamiento de La Llorona, al mando de Félix Hurtado Manso, jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) en Cabaiguán.

Pocos días antes, el 30 de julio, la muerte de Frank País y de Raúl Pujol en Santiago de Cuba conmocionó a la isla. Tras la noticia, Cabaiguán también apostó por la huelga; el M-26-7 orientó el acopio de armas y la concentración de los grupos en los sitios fijados para disponerse luego a las acciones, entre estas el asalto al cuartel y a la jefatura de la Policía.

El 3 de agosto inició la recolección de armas, que abarcó zonas campesinas. Por más de una razón, el encuentro previsto entre el comando de Félix y los restantes en un punto a escasa distancia de Cabaiguán no pudo efectuarse. El día 4, Hurtado envió a un mensajero, quien trajo la orden del Comité de Huelga de desmovilizarse: las autoridades sabían de los planes revolucionarios.

Según aparece en el libro De Palacio a Las Villas, al dirigirse a su pequeña tropa, Félix le expuso: “Durante mucho tiempo he acariciado la idea de abrir un frente guerrillero en el Escambray, y si uno de ustedes me sigue lo intentaré (…)”. Solo uno desistió.

Comenzaba el itinerario rumbo a las montañas; en el trayecto procuraron abastecimientos y se les unieron otros combatientes. El día 6 acamparon en loma de La Llorona; al amanecer el guía Dionisio Rodríguez bajó a casa de un conocido para que les preparara comida. De regreso aseguró que no había problemas; como el almuerzo no tardaba Dionisio retornó a la vivienda del campesino, traidor al final, y fue hecho prisionero y asesinado a culatazos de fusil por las fuerzas del teniente Ramón Mirabal.

Cuando la tropa bajó, la emboscada enemiga ya estaba tendida. El fuego vino desde todas partes. Desconcierto; dos heridos. El grupo se dispersó.

Con la persecución, llegó la masacre. En diversas circunstancias, el día 8 son ultimados Isidro González Morales, José Manuel González Crespo, Sergio Espinosa Águila y Manuel Brito Morales; el 9, Horacio Rodríguez Méndez, y el 10, Beremundo y Vitalino. Ocho hombres sobrevivieron al cerco, el cual abortó el intento de alzamiento.

Cuentan que en el bar El Gallito, Mirabal festejó con sidra su ascenso a primer teniente; desde entonces, la justicia aguardaba por él, sus cómplices y delatores.

 

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