Los economistas y el nuevo programa de gobierno
Sumida como está en una crisis de años, la economía cubana se ha entronizado, por lógica, en la vida cotidiana de los cubanos y pocos pueden evadir su alusión, desde las reflexiones más académicas o especializadas hasta las más aterrizadas en el día a día, donde casi ninguna pregunta encuentra la respuesta más apropiada.
¿Por qué muy pocas de las medidas adoptadas en los últimos años han resuelto el dilema que consume a la mayoría de los hogares de cómo lograr que el salario y otros ingresos logren respaldar las necesidades más perentorias de un ciudadano? ¿Porqué a más medidas mayores precios? ¿Por qué la dolarización parcial a casi un año lo que ha hecho es elevarlos o restringir aún más el acceso mayoritario a alimentos, medicamentos, servicios básicos? ¿Qué queda en realidad de una canasta familiar normada que anunciada con rimbombancia tras la tarea ordenamiento ha menguado sus entregas al punto de que solo existen en una simbólica libreta de abastecimientos?
Las preguntas pudieran llenar todos los minutos de estas reflexiones, pero dejemos que sea usted quien lo haga con sus propias interrogantes porque todas, las mías y las suyas, ocupan o al menos debían hacerlo, la mente y mucho más el accionar de los expertos y técnicos de un sector que este 26 de noviembre celebra su día, con más retos y desafíos que motivos para festejar.
No hay conversación en Cuba que pueda sustraerse del estrés cotidiano de la sobrevivencia sin que siempre encuentre luces para, al menos, atizar la esperanza, en un contexto marcado por una aguda crisis energética, la falta de financiamiento en divisas para impulsar la producción propia, las exportaciones o las importaciones necesarias, el exceso de liquidez sin respaldo, la inflación a todo galope y hasta el secuestro de dólares por cadenas delictivas.
Es en este escenario donde deben moverse las neuronas y el quehacer de los economistas, incluidos entre ellos, los decisores a todos los niveles porque muchas veces a una decisión mal adoptada, sucede un bandazo económico que lejos de resolver, atiza los problemas aquí anunciados.
Entre la expectativa y el resquemor se mueve hoy la opinión pública, cuando se anuncia un Programa de Gobierno para corregir las distorsiones que frenan el desarrollo y que conforman objetivos generales, específicos, acciones y indicadores y metas, muchos de los cuales están ya contenidos en los Lineamientos del Partido o en la esencia de la tarea ordenamiento y cuyos resultados, de manera general, están por verse de manera general.
Y en este contexto es donde los economistas deben empoderarse, para que las personas de a pie puedan digerir hasta donde lo escrito y programado no se queda en la letra muerta, y hasta dónde lo teóricamente concebido puede aliviar los bolsillos nacionales y mejorar las ofertas de la mesa.
Si las medidas adoptadas, nacidas del estudio y la reflexión de los expertos no son capaces de, al menos, resolver ese dilema, poco habremos hecho para aliviar una economía asfixiada por un bloqueo más recrudecido, pero también por tropiezos internos que nos han sumido en la improductividad, la improvisación, la debacle económica. Si no detienen la emigración masiva de la juventud, de la fuerza calificada y especializada del país, que es como decir el futuro de la nación, si no se acortan las brechas visibles entre los ricos y poderosos y los vulnerables y pobres que son mayoría en la polarización nacional, poco habremos hecho.
Preocupa que quienes tienen que conducir los debates e implementar las medidas puedan entender e interpretar el alcance real del programa, para que no sean meros papagayos que repiten lo que otro escribió sin entender porqué lo hacen o lo dicen, pues es en la base donde se debe evaluar la verdadera implementación de lo dispuesto.
En los últimos años, los términos distorsiones, correcciones y reimpulso económico aparecen en casi todas las retóricas discursivas cubanas, pero más allá de su mención y de acciones aisladas, aun está por verse su impacto en temas relativos a la autonomía municipal, la soberanía alimentaria, el perfeccionamiento y desarrollo de la empresa estatal socialista, el fortalecimiento de la gestión gubernamental, la comunicación, el cambio de mentalidad.
Es ahí donde entran a desempeñar un rol decisivo los profesionales y técnicos de la economía para conducir más que los debates, las esperanzas de un país que necesita ver traducida su macroeconomía en el mejoramiento de su nivel de vida.
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