El acoso callejero, una forma de violencia naturalizada en Cuba
Por décadas, el espacio público ha sido escenario de una forma de violencia naturalizada y persistente: el acoso callejero. En Cuba, como en muchas otras sociedades, esta manifestación de la violencia de género se expresa a través de silbidos, comentarios sexuales no solicitados, miradas lascivas, persecuciones y tocamientos no consentidos. Aunque a menudo se minimiza como “piropos” o “galantería”, el acoso callejero constituye una violación del derecho de las mujeres y niñas a transitar libremente y sin miedo por su entorno.
En la cotidianidad cubana, muchas mujeres han aprendido a modificar sus rutas, su forma de vestir o incluso sus horarios para evitar situaciones de acoso. Esta adaptación forzada no es una elección, sino una estrategia de supervivencia frente a una violencia que rara vez es sancionada social o legalmente. El acoso callejero no es un hecho aislado ni inofensivo: es una expresión del poder patriarcal que busca controlar los cuerpos y la presencia de las mujeres en el espacio público.
Estudios realizados por organizaciones feministas y académicas en la isla han revelado que una gran mayoría de las mujeres cubanas ha experimentado alguna forma de acoso callejero antes de los 15 años. Esta realidad impacta no solo en su bienestar emocional, sino también en su percepción de seguridad y en su derecho a la ciudad.
Cuba ha dado pasos importantes en materia de equidad de género, con políticas públicas que promueven la participación de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad. Sin embargo, el acoso callejero aún no está tipificado como delito en el Código Penal, lo que dificulta su denuncia y sanción. La ausencia de un marco legal específico deja a las víctimas en una situación de indefensión y perpetúa la impunidad de los agresores.
En 2021, el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM) incluyó entre sus objetivos la prevención y atención a todas las formas de violencia de género, incluyendo la que ocurre en espacios públicos. No obstante, su implementación efectiva requiere de campañas educativas, formación a las fuerzas del orden y mecanismos accesibles de denuncia.
En los últimos años, diversas plataformas digitales y proyectos comunitarios han visibilizado el problema del acoso callejero en Cuba. Asimismo, artistas, periodistas y activistas han utilizado el arte, la literatura y los medios de comunicación para denunciar esta forma de violencia y promover una cultura del respeto. Estas expresiones contribuyen a desmontar los mitos que justifican el acoso y a construir una sociedad más justa e inclusiva.
Erradicar el acoso callejero implica un cambio profundo en las normas culturales que lo sostienen. Es necesario educar desde edades tempranas en el respeto, la empatía y la igualdad de género. Las escuelas, los medios de comunicación y las familias tienen un rol fundamental en la formación de una ciudadanía que rechace toda forma de violencia.
Fuentes: Revista Somos Jóvenes, Revista Mujeres, Periódico Juventud Rebelde
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