La partida del elegido de Birán

El elegido de Birán, el niño que nació bajo los cedros olorosos de aquel batey, plantado al lado del camino real, partió físicamente el 25 de noviembre de 2016. Lo anunció por la televisión, el entonces presidente cubano, General de Ejército Raúl Castro. Lo anunció con voz grave y urgente el mambí que sigue con el pie en el estribo.

Quiso el destino que el guerrillero del tiempo partiera el mismo día que había zarpado, 60 años antes, desde el puerto de Tuxpan, México. Lideraba 81 expedicionarios; a bordo del yate Granma, traían la esperanza, la luz de la esperanza a Cuba, aplastada por las botas y las manos ensangrentadas del dictador Fulgencio Batista.

Contra viento y marea, luego de burlar la policía en tierra azteca, que tenía los ojos puestos sobre él y el grupo de jóvenes cubanos, ahí estaba navegando rumbo a Cuba, porque Fidel, ante todo, era un hombre de palabra: “En 1956 seremos libres o seremos mártires”.

Cuando partió a la eternidad muchas veces había confirmado que promesa anunciaba era promesa cumplida. Era esa una de las mayores virtudes del líder extraordinario, del martiano fidelísimo que hizo de la frase “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz” un mandato moral.

A 9 años de su pérdida física este homenaje necesario repasa su crecimiento en las aulas universitarias en medio de las balas de la tiranía, se detiene en la graduación revolucionaria en los muros del Moncada, en el hombre corajudo que enfrentó el ataque de aquella ametralladora ubicada en el techo de la fortaleza santiaguera justo cuando daba la orden de retirada, y ahí están los testimonios de su osadía sin par: fue el último combatiente en retirarse, rescatado milagrosamente por el espirituano Ricardo Santana Martínez.

No hay dudas que su audacia mayor resultó sembrar una Revolución a escasas millas del mayor de los imperios. Nada se compara con esa temeridad, con esa hidalguía que blandió porque sobrevivieran ante tantos odios y rencores lo humano y lo justo en este mundo.