El escape de Víctor (+Video)
La especie Babuino Sagrado es una especie que puede llegar a ser violenta; no es el caso de este primate. Foto: Dileán Sousa
A las primeras horas de la madrugada de este miércoles, mientras la ciudad dormía, Víctor —padre del clan de babuinos sagrados que habita el zoológico espirituano— hizo algo que ya había insinuado antes: forzó el candado de su jaula. No era la primera vez que lo rompía, pero sí la única en que decidió atravesar el umbral.
“Víctor es un babuino sagrado, muy inteligente”, repite Tahimí Meneses Venegas, directora del centro, consciente de que en la historia que narra se cruzan el instinto, la fuerza física y una capacidad de observación que sorprende incluso a quienes llevan años trabajando con primates. “Había ocasiones en que rompía el candado, pero se quedaba dentro, como enseñándonos que él sabía y esta vez salió”.
Salió y tomó rumbo directo al caserío colindante con el zoológico, una irregularidad urbanística que Tahimí menciona con franqueza: “Los zoológicos no deben tener vecinos tan cerca, pero aquí es así”.
Cuando lo encontraron, estaba sobre la tapia de un baño exterior. Observaba. Respiraba. Calculaba.
Un barrio en alerta
El protocolo se activó sin dobleces: evacuar el área, asegurar viviendas, proteger personas, informar a autoridades y a la Empresa Cubana de Zoológicos. “La vida humana es lo primero”, subraya Meneses Venegas.
Llegaron entonces efectivos de Tropas Especiales, funcionarios del Ministerio del Interior (Minint) y el médico veterinario encargado de la anestesia quien disparó tres dardos sin éxito hasta que, un cuarto, consiguió desequilibrarlo —no dormirlo— lo suficiente como para avanzar en su captura.
Mientras tanto, un hombre corría desde Villa Clara: Adalberto Piloto Cepero, el técnico veterinario que llevaba tres años al frente del cuidado del animal: “Cuando llegué, ya había miembros del Minint, trabajadores del centro… todos tratando de capturarlo”, recuerda. “Le hablé, y enseguida se tranquilizó”.
Piloto Cepero habla de Víctor como quien describe a un pariente impredecible pero entrañable: “Para lo agresiva que es su especie en estado natural, él conmigo ha sido dócil, incluso me recibe con agrado”.
Ese vínculo —una mezcla de memoria, rutina y reconocimiento mutuo— incluyó a Víctor en una categoría delicada: la de los animales que, aun siendo potencialmente peligrosos, mantienen un comportamiento estable en cautiverio. Por eso, desde el principio, el operativo se guio por un principio ético: preservar la vida del animal.
De pronto, en medio del ruido contenido de un operativo al límite, Piloto Cepero le habló a Víctor y aquella voz le bajó el pulso al animal; fue el instante justo en que el pequeño equipo avanzó, lanzó la malla y lo sujetó sin violencia hasta conducirlo de regreso a su jaula con la serenidad de quien solo hace el camino de vuelta.
Las cuatro horas que redefinieron un protocolo
Detrás del éxito del operativo quedó una verdad incómoda: la seguridad de la instalación debe repensarse: “Las aulas del mono tendrán campanas para resguardar los candados”, explica Tahimí. No será solo para Víctor; protegerá a otras especies, evitará la exposición a la lluvia y prolongará la vida útil de los mecanismos.
La medida, autorizada de inmediato, corrige una vulnerabilidad que el propio babuino había evidenciado antes. Esta vez, la inteligencia del animal sirvió para más que un susto: impulsó una mejora estructural.
La especie, el mito, el riesgo
El babuino sagrado (Papio hamadryas), originario del Cuerno de África y la Península Arábiga —no de la India, como suele creerse— posee una jerarquía social férrea y una fuerza sorprendente. Es el único primate del zoológico espirituano que consume carne.
“Es agresivo en su naturaleza”, reconoce Tahimí. Su abuelo, años atrás, mordió a un niño y debieron amputarle la mano. La memoria del hecho sigue siendo una cicatriz institucional.
Por eso, en este zoológico se aplican medidas estrictas: cuidadores estables, rutinas precisas, distancias necesarias y un manejo basado en el respeto. No en el miedo.
Y aunque Víctor nunca ha agredido a un trabajador, sí ha mostrado un comportamiento dominante hacia compañeras de especie. Se intentó emparejarlo con una babuina traída desde Camagüey, pero no fue posible: “Es un animal que no soporta la convivencia con una hembra. Ya lo tenemos separado. Y una de sus crías macho viene pareciéndose mucho a él…”, advierte la directora.
Un final sin heridas
El operativo terminó sin daño humano ni animal. Un privilegio que no siempre se logra cuando se trata de especies con fuerza y habilidades capaces de comprometer una comunidad completa.
La escena final —Víctor de vuelta en su jaula, tranquilo, como si nada hubiera ocurrido— resume una lección esencial del trato moderno hacia la fauna en cautiverio: los animales no son culpables de sus actos instintivos. La responsabilidad es humana: de infraestructura, de cuidado, de anticipación.
Epílogo: el zoológico y el vecindario
El Parque Zoológico de Sancti Spíritus —uno de los espacios recreativos más visitados de la provincia— mantiene ejemplares de diversas especies. Su cercanía con el barrio La Ford, fruto de decisiones urbanísticas antiguas, ha impuesto desafíos constantes: ruido, tránsito humano y ahora, una madrugada con un babuino sobre una tapia.
Víctor, sin proponérselo, puso sobre la mesa la importancia de revisar, actualizar y fortalecer los estándares de convivencia entre ciudad, instituciones y fauna en cautiverio.
El resto lo dirán los candados nuevos, las campanas protectoras y la memoria de una urbe que amaneció con historias sobre el mono que decidió escapar y con el recuerdo del equipo humano que lo salvó.
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