Firmas porque la paz sea el camino
Firmas porque “la paz sea el camino” y no la fuerza de las bombas y las balas han salido de los puños de los espirituanos, convencidos de que una agresión militar directa contra Venezuela tendría incalculables consecuencias para la soberanía, la estabilidad y la seguridad de Nuestra América.
Firmas para que otra Palestina mutilada y bajo los escombros no tenga una réplica en la patria de Bolívar han salido de esos puños que han suscrito la denuncia del Gobierno Revolucionario cubano de la escalada de acciones de la administración estadounidense para justificar una agresión militar contra el país sudamericano.
Imponer el terrorismo de Estado en cuanto escenario se le antoje es ley para la administración de Donald Trump, que esta vez persigue derrocar al gobierno de Nicolás Maduro y apropiarse de los recursos naturales de esa nación latinoamericana.
El burdo pretexto de que Venezuela representa una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos y el bienestar de sus ciudadanos es simplemente la excusa ideal para intentar adueñarse de la mayor reserva petrolera a escala mundial.
Desde agosto último a la fecha, bajo el supuesto combate al tráfico de drogas, Washington desplegó en aguas caribeñas medios de guerra, entre estos, ocho destructores, 1 200 misiles y un submarino nuclear. Ya las acciones del ejército estadounidense comienzan a sumar muertes; lanchas que, según la Casa Blanca, transportaban estupefacientes fueron literalmente voladas en pedazos.
“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”, esta frase de Mahatma Gandhi encaja con la necesidad de no callar ante la ignominia; por ello, desde Cuba, un concierto de voces y de firmas se unen en un ejercicio de pleno respaldo al pueblo y al gobierno venezolanos. Las rúbricas por la paz que por estos días ha convocado al pueblo espirituano y cubano no es otra que la muestra del abrazo franco, de la mano amiga que nunca falta a la humanísima frase martiana todavía hoy con olor a tinta fresca: “Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo”.
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