Música y Mercado
A los cubanos, entre otros atributos nos define la música. Son pocos en el mundo los capaces, como nosotros, de atesorar exponentes tan diversos como la trova, el son, la música campesina y el folclor negro con sus géneros.
De este modo, si no fuese por lo inaccesible que se torna el mercado y también porque no hemos sabido encontrar vías adecuadas para comercializarla, nuestra música podría erigirse en una fuente importante de ingresos para el país.
No soy seguidor, ni amante del reguetón, ni de la música «repartera» -y el término no lo utilizo despectivamente.
Sucedió que cuando llegaron a la escena cubana, los reguetoneros y reparteros encontraron un terreno fértil a su modo de decir y allí sembraron sus obras.
Contra viento y marea, a contracorriente, reguetoneros y reparteros fueron logrando paulatinamente presencia en el mercado de la música. Quizás sean hoy el rostro más visible de la música cubana, al menos en Norteamérica.
No hay dudas de que la industria discográfica y todo cuanto genera en promoción y videos, es un gran consorcio mundial, con poderes para establecer figuras, dictar modas y fabricar mitos sin que necesariamente estén autentificados por la calidad.
La propia globalización permite que las preferencias musicales se homogenicen y que solo con diferencia de horas un disco pueda ser adquirido en cualquier parte del mundo. Esto propicia que el sistema de estrellas se consolide y en él intervengan de modo cada vez creciente atributos que nada tienen que ver con la música.
Todo un andamiaje mundial sostiene a esta floreciente industria: Imagen, distribución, publicaciones, escándalos del corazón y mucho marketing sustituyen en ocasiones al verdadero talento y la autenticidad.
Esto hace que la música se acompañe entonces de un modo de actuar y consumir que imita patrones puestos en venta -sobre todo para los jóvenes- por estas grandes compañías disqueras. Para el negocio, un artista es bueno si vende: Y punto.
En nuestro país la música es protegida por instituciones estatales que subvencionan legítimas expresiones, para que no desaparezcan. Sin embargo en un mundo global no podemos librarnos de productos falsificados en laboratorios de compañías disqueras.
Pese a la calidad de nuestra música, a la influencia probada que ha ejercido en géneros de alcance mundial como el jazz y a los premios que sistemáticamente obtienen nuestros músicos en otros foros no estamos en condiciones de competir con éxito en el mercado del orbe.
Mientras tanto, aquí en fronteras, debemos luchar por preservar mejor nuestro patrimonio musical, por hacerlo reconocido por todos los cubanos y porque tanta mala música foránea, y local, no sea promocionada por desconocedores e improvisados.