Mambises del silencio
Por indicaciones del artífice de la Guerra Necesaria, José Martí, y del Generalísimo Máximo Gómez nació la Agencia General Revolucionaria, de Comunicaciones y Auxilios (AGRCA) en La Habana, una de las instituciones de su clase constituidas durante la epopeya libertaria.
Cuando pasadas las siete de la noche del 5 de enero de 1895, José Pons y Naranjo despidió al último de los participantes en aquella reunión de conspiradores, en la puerta de su casa, sita en Crespo, No. 27, no sospechaba la contribución que tendría la agencia a la épica emancipadora cubana.
Pocos investigadores han explorado en el actuar de la AGRCA como lo ha hecho el historiador Raúl Rodríguez La O, autor de Los escudos invisibles. Un Martí desconocido, cuyo capítulo final lo dedica a profundizar en el quehacer del santaclareño Pons y Naranjo (agente general Luis) y de la agencia, “una verdadera institución de espionaje”, como la calificó dicho estudioso.
Con los ojos más que abiertos y los oídos, capaces de escuchar hasta el sonido de una aguja al caer, los integrantes de la AGRCA podían encontrarse en cualquier punto de la geografía nacional, léanse, unidades de correos, puertos, estaciones de ferrocarriles. Los agentes secretos de la Inteligencia mambisa estaban atentos al movimiento de tropas españolas y a cualquier otra operación enemiga.
Como lo destaca Rodríguez La O, también asumen el trasiego de armas, municiones, medicamentos, comida y avituallamientos diversos para las huestes insurrectas.
La AGRCA y su agente general Luis recibían indicaciones de la Delegación del PRC desde el exterior y eran atendidos por el Cuartel General del Ejército Libertador y, de forma directa, por Máximo Gómez, señala Raúl Rodríguez.
La historiografía recoge que esta institución de espionaje penetró no solo las filas peninsulares, sino, además, la representación diplomática de Estados Unidos en el país antillano; en específico, al cónsul general Fihzhugh Lee, al vicecónsul José A. Springer y al hermano de este último, Santiago Springer, agente consular en Cárdenas, Matanzas. En persona, Pons y Naranjo informaba a Máximo Gómez sobre las actividades de estos funcionarios estadounidenses; desempeño conspirativo que nunca resultó descubierto.
¿Qué otras misiones asumió la mencionada? ¿Cómo reaccionaron sus integrantes cuando la Asamblea del Cerro acordó destituar Gómez de General en Jefe del Ejército Libertador? Las respuestas quedan en el tintero.